sábado, 12 de agosto de 2017

Una firme fortaleza es nuestro Dios

El 31 de octubre de 1517 un religioso agustino y profesor de teología de la Universidad de Wittenberg, clavó, según cuenta la tradición, las Noventa y cinco tesis sobre el cuestionamiento del poder y la eficacia de las indulgencias. El religioso se llamaba Martín Lutero (1483 - 1546) y había puesto en marcha la Reforma Protestante.

Mucho se está hablando este año, en el que se cumple el 500° aniversario de las Tesis, de Lutero y de su importancia política y religiosa. Eso lo leeremos en otros sitios, pero aquí vamos a ver que Lutero le dio mucha importancia a la música. Para este recorrido nos va a acompañar un leitmotiv, como si estuvieramos en una obra de Wagner. Ese leitmotiv es el coral Ein feste Burg ist unser Gott (Una firme fortaleza es nuestro Dios). Por cierto, que igual aparece al final el Mago de Bayreuth, nunca se sabe.


Puerta de la Iglesia Castillo de Wittenberg, en la que según la tradición Lutero clavó sus Tesis hace 500 años
Repasemos un poco los hechos históricos que ocurrieron tras la publicación de las Tesis antes de pasar a la música. En la Dieta de Worms en 1521 Lutero defendió su posición y se negó a retractarse. Pese a que se había garantizado su seguridad, Lutero fue declarado delincuente. Para evitar males mayores, en su vuelta a casa, Lutero fue secuestrado por orden de Federico III de Sajonia y trasladado a la fortaleza del Wartburg, en Eisenach. Posteriormente en el Edicto de Worms los escritos de Lutero fueron prohibidos. Pero la llama de la Reforma había prendido en una Alemania formada por pequeños príncipados. En su estancia de casi un año en el Wartburg Lutero continuó con sus trabajos y comenzó a traducir la Biblia al alemán.

Poco más tarde estalló Guerra de los Campesinos Alemanes (1524-1525).  Hartos de las duras condiciones de vida e inspirados espiritualmente en las reformas promovidas por Lutero, aunque Lutero siempre se distanció de este moviemiento, se produjo un levantamiento campesino, fundamentalmente en el Sur de Alemania. Este movimiento fue duramente sofocado por las tropas imperiales y se cifra en más de cien mil, la cifra de víctimas entre los rebeldes. La ópera Mathis der Maler (Matías el pintor) de Paul Hindemith está ambientada en esta revolución.

Fortaleza del Wartburg en Eisenach. Turingia



Carlos I, el Rey de España y Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico con el título de Carlos V, intentó por todos los medios mantener la unidad religiosa. Viendo que el Edicto de Worms no había sido suficiente, se convocó la Dieta de Augsburgo de 1530. En ella los protestantes presentaron la Confesión de Augsburgo, en alemán y en latín, donde habían dado forma a los pricipios de su reforma. Por supuesto, las propuestas luteranas no fueron aceptadas por la iglesia de Roma, mientras la nueva confesión religiosa iba siendo aceptada por un número creciente de principados en Alemania.

La unidad religiosa en el Imperio fue imposible. El último intento se produjo por la fuerza en la Batalla de Mühlberg (1547). Carlos V derrotó a la Liga de Esmalcalda, grupo de principados que apoyaban la reforma luterana. Pero esa victoria se volvería en su contra. Los príncipes electores alemanes asustados por el poder creciente del emperador, se unieron y se rebelaron contra él. En 1555 en la Paz de Augsburgo, Carlos V se vio obligado a aceptar las condiciones de los príncipes electores, una de ellas era que cada príncipe podía profesar la religión que eligiese, sin que el emperador pudiera prohibirlo. La Reforma había triunfado.

Pero Europa no iba a estar tranquila en temas de religión, la Contrarreforma Católica iniciada con el Concilio de Trento (1545 - 1563) iba a preludiar casi un siglo de inestabilidad política que culminaría con la Guerra de los Treinta Años (1618 - 1648) que dejaría devastado el centro de Europa por las peleas entre católicos y protestantes. Con la Paz de Westfalia en 1648 se iban a acabar las guerras de religión.

Martín Lutero por Lucas Cranach, el Viejo
Entre 1527 y 1529 Martín Lutero escribió un texto basado en el Salmo n° 46 Dios es nuestro amparo y fortaleza. Aunque hay autores, como el poeta Heinrich Heine, que datan la composición en 1521, pues Lutero y sus seguidores hubieran entrado en Worms cantando el coral, dejando clara su posición en la Dieta que se iba a celebrar en esta ciudad. Sea como fuere, este texto se iba a convertir en el canto litúrgico más importante de la Iglesia Protestante. Se dudó mucho a principios del siglo XIX que Lutero fuera el compositor de la música, aunque los estudios musicológicos e históricos más recientes, dan la autoría de la música también a Martín Lutero sin ningún género de dudas. (Michael Fischer, Ein feste Burg ist unser Gott, 2007 in  www.liederlexikon.de)




Ein feste Burg ist unser Gott,
ein gute Wehr und Waffen.
Er hilft uns frei aus aller Not,
die uns jetzt hat betroffen.
Der alt böse Feind
mit Ernst er’s jetzt meint,
groß Macht und viel List
sein grausam Rüstung ist,
auf Erd ist nicht seinsgleichen.

Mit unsrer Macht ist nichts getan,
wir sind gar bald verloren;
es streit’ für uns der rechte Mann,
den Gott hat selbst erkoren.
Fragst du, wer der ist?
Er heißt Jesus Christ,
der Herr Zebaoth,
und ist kein andrer Gott,
das Feld muss er behalten.

Und wenn die Welt voll Teufel wär
und wollt uns gar verschlingen,
so fürchten wir uns nicht so sehr,
es soll uns doch gelingen.
Der Fürst dieser Welt,
wie sau’r er sich stellt,
tut er uns doch nicht;
das macht, er ist gericht’:
ein Wörtlein kann ihn fällen.

Das Wort sie sollen lassen stahn
und kein’ Dank dazu haben;
er ist bei uns wohl auf dem Plan
mit seinem Geist und Gaben.
Nehmen sie den Leib,
Gut, Ehr, Kind und Weib:
lass fahren dahin,
sie haben’s kein’ Gewinn,
das Reich muss uns doch bleiben.

Martin Luther (1529)
Una firme fortaleza es nuestro Dios,
una buena defensa y arma;
Nos ayuda y nos libra de toda necesidad,
que nos haya afectado.
El viejo malvado enemigo
estima con aplomo,
que gran poder y mucha astucia
son su cruel coraza;
Como él no hay en la tierra.

Con nuestra fuerza no hacemos nada,
Con él todo está perdido;
Mas por nosotros luchará el Hombre Justo
De Dios, el escogido.
Te preguntas quién es,
Se llama Jesucristo,
Señor de los ejércitos (Sebaot),
Y no hay otro Dios,
que triunfe en el campo de batalla.

Y si el mundo estuviera lleno de demonios
y quisieran devorarnos,
apenas temeremos,
pues todo saldrá bien.
El Príncipe de ese mundo
puede mostrar su rabia,
pero nada nos puede hacer,
su poder está condenado:
una palabrita lo puede hacer caer.

Esta palabra debemos conservar,
y no dar gracias por ella,
pues está en nosotros en el Plan
con su espíritu y sus dones.
Nos despojarán del cuerpo,
de bienes, honor, mujer e hijos,
dejádlos hacer,
no han ganado nada,
pues el Reino en nosotros permanece.

Martín Lutero (1529) - Trad. Manuel Águila




Lutero sin necesidad de estudios de mercado tuvo claras dos cosas. La primera tiene que ver con la música como nexo de unión. Pensemos en la actualidad, todos los estados soberanos tienen un himno, fácil de cantar, con una letra sencilla y directa. Este himno se usa en las instituciones militares, pero también en otro tipo de acontecimientos, entre los que destacan los deportivos. Sólo hay que recordar el último Campeonato Mundial de Fútbol celebrado en Brasil en 2014. Ver las gradas de los estadios cuando jugaba Brasil era un espectáculo impresionante. Al final del Himno oficial del principio de los partidos, se silenciaba la megafonía y todo un estadio seguía cantando con pasión unos minutos más. Pero no hace falta ir a acontecimientos tan internacionales. Canciones como You'll never walk alone, nada fácil de cantar en su versión original, de Caroussel de Richard Rodgers se ha convertido en un himno futbolístico que comenzó en Liverpool y Glasgow y que se ha extendido por el continente, Dortmund, por ejemplo. Estos ejemplos nos demuestran que al ser humano le gusta cantar y lo hace con pasión cuando este canto demuestra la unión en una meta común. Esto ya lo tenía claro Lutero, así, compuso varios himnos religiosos que se pudieran cantar a una sola voz y fáciles de aprender para que la congregación de fieles pudiera cantar en la iglesia.

 
La selección brasileña y todo el estadio cantan el Himno Nacional de Brasil 
antes de enfrentarse a Méjico en el Mundial de 2014


Lo segundo que hizo que las ideas luteranas triunfaran en una Europa que empezaba a tener en las ciudades el motor económico, fue utilizar el idioma local, el que la gente hablaba, pues el latín ya no servía como medio de comunicación. Además, a Lutero le vino como anillo al dedo que la imprenta se hubiera  inventado medio siglo antes de la publicación de sus tesis.

La realidad es que en su nueva forma de entender el oficio religioso, Lutero desarrolló el coral a una sola voz y cantado en alemán, frente a la polifonía latina de la Iglesia Católica, maravillosa por otra parte. Por supuesto que Lutero no estuvo en contra de la polifonía. En los oficios religiosos protestantes se seguía utilizando polifonía, en latín, poca y en alemán, cada vez más abundante. Pero siempre, había partes en forma de coral para que la congregación pudiera participar activamente en la celebración. Aún faltaba un siglo para el nacimiento de la cantata religiosa, pero muchas de sus partes ya estaban configuradas.

Aún así, el que Una firme fortaleza es nuestro Dios se convirtiera en la composición más popular de su época es algo singular. Lutero y sus contemporaneos compusieron muchos más corales, pero quizá la simplicidad del mensaje que resume toda la filosofía de Lutero hicieron de esta obra en Alemania el equivalente a un superventas de la actualidad durante más de tres siglos.

Los músicos contemporáneos de Lutero y de la siguientes generaciones hicieron todo tipo de arreglos sobre Ein feste burg ist unser Gott, desde adaptaciones para órgano, hasta versiones danzables como la de Michael Praetorius.

La importancia del coral fue tan grande en su época que Heinrich Heine la bautizó como La Marsellesa de la Reforma y unos años más tarde Friedrich Engels, el coautor con Karl Marx del Manifiesto Comunista, definió el coral, como La Marsellesa de la Revuelta de los Campesinos. 

No nos ha llegado la partitura original de Lutero, pero de entre todas los arreglos y versiones de los siglos XVI y XVII escucahremos una de las más célebres, debida  Caspar Othmayr (1515 - 1553), teólogo y músico de la región de Franconia contemporáneo de Lutero.                     


 
Caspar Othmayr con Johann Walter (1496-1570), Ein feste Burg ist unser Gott. 
 Capella Fidiciana, Leipzig, dirigida por Hans Grüss



Pero nuestro coral no solo tuvo fama local, pronto saltó las fronteras de los reinos alemanes y se tradujo a otros idiomas europeos. Se cuenta que las tropas suecas lo cantaban antes de entrar en batalla en la Guerra de los Treinta Años.

Pero vamos a dar un pequeño salto en el tiempo. Nos vamos al siglo XVIII. Estamos en pleno barroco, las guerras de religión han acabado y Europa es un lugar más tolerante. En los reinos alemanes, la Iglesia Evangélica-Luterana se ha impuesto en buena parte del territorio, el norte, buena parte del centro y el este son protestantes. Baviera y el oeste son mayoritariamente católicos. La suerte hace que los grandes compositores barrocos alemanes nazcan y trabajen en zona protestante, excepto Händel, que aún habiendo nacido en la luterana Halle, se hará ciudadano del mundo y acabará conquistando al público inglés con sus óperas y oratorios. Aún así, Händel citará nuestro coral luterano en alguna de sus obras, pero serán Johann Sebastian Bach y Georg Philipp Telemann quienes contiuarán con la tradición de usar el coral luterano en sus obras.

Georg Philipp Telemann (1681 - 1767) realizó gran parte de su carrera en Hamburgo, zona que quedó en manos de la Iglesia Evangélica. Telemann, al que este año recordaremos por el 250° aniversario de su fallecimiento, pasa por ser el compositor más prolífico de la historia de la música. Como no podía ser de otra forma, relaizó bastantes arreglos de obras de Lutero, pero no tantos de Ein feste Burg ist unser Gott. El famoso coral luterano aparece como uno de los movimientos de una cantata. En este caso es el Coro que forma el segundo movimiento de la Cantata para el 23° domingo después de la Trinidad 'Wertes Zion sei getrost'  ('Estimada Sion sé consolada') compuesta en 1714-15.


 
Georg Philipp Telemann Ein feste Burg ist unser Gott y Hallelujah de la 
Cantata Wertes Zion sei getrost. Bach-Consort Leipzig y 
Sächsisches Barockorchester, dirigidos por Gothold Schwarz

 
Johann Sebastian Bach (1685 - 1750) puede ser considerado el compositor luterano por excelencia, además de ser uno de los auténticamente grandes de la historia de la música. Bach nació en Eisenach y justo en esta ciudad de Turingia, se encuentra el wagnerianamente famoso castillo del Wartburg donde Lutero pasó casi un año refugiado al haber sido declarado delincuente tras la Dieta de Worms. Bach vivió desde joven ese ambiente de ciudad luterana. En su peregrinación de puestos de trabajo hasta llegar a Leipzig, Bach trabajó en otras ciudades en las que Lutero había dejado su huella.

Johann Sebastian Bach por Elias Gottlob Haussmann (1746)


Todos sabemos que Bach acabó ocupando el puesto de Cantor de la Iglesia de Santo Tomás en Leipzig, y que este puesto llevaba implícita la obligación de componer una cantata para cada domingo del año. Así, en la producción de Bach encontramos cantatas para Adviento y Navidad, para la Semana Santa, para Pentecostés, para la Trinidad y para todos fiestas y domingos del año litúrgico. Ya en época de Bach había una fiesta nueva, el 31 de octubre. Ese día se recordaba que Lutero había clavado sus Tesis en la puerta de la Iglesia Castillo de Wittemberg. Era la Fiesta de la Reforma. No se sabe con exactitud en qué fecha se compuso, pero en 1730 para la Fiesta de la Reforma, Bach presentó la cantata que conocemos por su número de catálogo BWV 80. Las cantatas de Bach, más de doscientas, se identifican con su número de catálogo y el primer verso cantado. La cantata de Bach lleva por título Ein feste Burg ist unser Gott. 

Bach inicia su obra con el texto de Ein feste Burg ist unser Gott pero con un tema polifónico propio, en cuanto acaba el primer verso cantado por las voces masculinas y entra la segunda voz, la primera abandona la melodía principal para cantar la con la melodía del coral Luterano. En el segundo movimiento el bajo canta un aria basada en texto de Salomon Frank, mientras la soprano entona el coral luterano acompañada por el oboe. El quinto movimiento Und wenn die Welt voll Teufel wär (Y si el mundo estuviera lleno de demonios) retorna al texto y a la melodía de Lutero en forma de coral, es un momento para que la congregación pueda cantar. El último movimiento lo conforma la última estrofa,  Das Wort sie sollen lassen stahn (Esa palabra debemos conservar) también en forma de coral con acompañamiento de trompetas y percusión.

Johann Sebastian Bach, Cantata BWV 80 para la Fiesta de la Reforma
Edith Mathis, Tudeliese Schmidt, Peter Schreier, Dietrich Fischer-Dieskau 
y el Coro y Orquesta Bach de Múnich bajo dirección de Karl Richter



El clasicismo no se interesó mucho por el viejo coral luterano, de hecho hasta el propio Bach cayó en un cierto olvido. Llegó la Revolución Francesa, con sus ideas liberales y tras ella Napoleón, que quiso ser emperador del mundo y acabó derrotado en 1815. A partir de este momento se inicia un periodo de cierta estabilidad en Europa, tras el Congreso de Viena que establece las nuevas fronteras. En esta Europa de principios del XIX los compositores vuelven a acordarse de Lutero y resucitan a Bach.

Felix Mendelssohn (1809 - 1847), nieto del filósofo Moses Mendelssohn, nació en Hamburgo. Su familia era judía, pero siendo Mendelssohn un niño, su familia se convirtió al protestantismo y Felix y su hermana Fanny fueron bautizados. Felix fue un auténtico niño prodigio y asombró al mundo de la música con sus composiciones juveniles. Al acercarse 1830 el Rey Federico Guillermo III de Prusia anunció la celebración del 300° aniversario de la Confesión de Augsburgo. Felix Mendelssohn pensó en escribir una obra para celebrar tal acontecimiento. La obra debía estar lista para las celebraciones de junio de 1830, pero diferentes problemas de salud de Mendelssohn hicieron que la obra se completase para el mes de mayo, demasiado tarde para que pudiera entrar en la programación de los actos de la celebración.


Felix Mendelssohn por Eduard Magnus (1846)

Mendelssohn quedó muy disgustado por no haber llegado a tiempo. Además un previsto estreno en París quedó frustrado porque los músicos consideraban la obra academicista, inejecutable, con demasiado contrapunto y poca melodía. Mendelssohn revisó la obra, que hoy conocemos como Sinfonía n° 5 en re mayor, op. 107 'De la Reforma', y su estreno tuvo lugar en Berlín el 15 de octubre de 1832 dirigida por el propio Mendelssohn, sin ningún éxito para su autor. La sinfonía fue incorrectamente catalogada tras la muerte de Mendelssohn, pues fue la segunda sinfonía de madurez acabada por Mendelssohn, antes de las célebres Escocesa e Italiana.

La obra se compone de los cuatro movimientos clásicos. El primero, Andante - Allegro con fuoco, tiene la estructura clásica de introducción lenta y allegro con forma de sonata. Interesante es ver como Mendelssohn cita el protestante Amén de Dresde al final de la introducción y nuevamente al final del desarrollo antes de la coda. El Amén de Dresde, da el solito para otra entrada, pues otro compositor lo utilizó, modificado, repetidas veces, pero lo iba a hacer mundialmente famoso al construir sobre él el tema del Grial en su drama escénico, Parsifal, hablamos naturalmente de Richard Wagner.  

Los dos movimientos centrales Allegro vivace y Andante son dos breves intermedios que nos preparan para la gran conclusión final que Mendelssohn denominó Coral. Ein feste Burg ist unser Gott. En fin, creo que no hace falta decir en qué música se basa Mendelssohn para concluir su obra. La melodía de Lutero aparece expuesta por la flauta a modo de introducción, después, empieza una serie de variaciones que se combinan con las apariciones del coral luterano. En la coda, Mendelssohn hace sonar ya como coral el himno luterano, como si fuera la conclusión de una cantata de Bach.

Felix Mendelssohn Sinfonía n° 5 'De la Reforma'
Orquesta Sinfónica de Boston dirigida por Charles Munch 
(El coral luterano aparece a partir de 18:19)



Otto Nicolai (1810 - 1849) ha pasado a la historia por ser el fundador de la Orquesta Filarmónica de Viena y por ser el compositor de esa estupenda ópera cómica que es Las alegres comadres de Windsor, obra poco conocida en España, pero muy apreciada en los países de habla germana. Nicolai pasó una época de su vida componiendo obras para teatros italianos, Scala de Milán incluida, y en su momento fue más apreciado que Verdi por la dirección del teatro. De hecho, Nicolai rechazó un libreto que fue a parar  de rebote a manos de su colega italiano. Con esta obra Verdi cambió la tendencia para superar ampliamente en fama y calidad a Otto Nicolai. El libreto se titulaba Nabucco. 

Pero volvamos a Nicolai. Tras sus éxitos italianos de Il Templario e Il Proscritto, Nicolai pensó em 1841 en volver a su tierra natal e intentar triunfar allí. Presentó en Viena sus dos grandes éxitos adaptados al alemán. Y en 1847 le llegó el reconocimiento en su Prusia natal, fue nombrado Kapellmeister de la Ópera de la Corte de Berlín. Allí estrenó sus Alegres comadres de Windsor en 1849 con buena acogida. Todo parecía sonreir a nuestro compositor, excepto la salud. Nicolai falleció pocas semanas después del estreno de su gran obra de un ataque cerebral.

Tras su llegada a Prusia, Nicolai escribió una obra festiva para celebrar el 300° aniversario de la Unversidad de Königsberg, su ciudad natal. Esta obra se titula Kirchliche Festouvertüre über den Choral 'Ein feste Burg ist unser Gott' op. 31 (Obertura Festiva sobre el coral 'Una firme fortaleza es nuestro Dios').  Creo que no hace falta explicar mucho sobre qué va la obra. La obertura se inicia, de forma totalmente singular con el coro y el órgano que interpretan el coral luterano. Después en la orquesta inicia una fuga. Una llamada de trompeta interrumpe la fuga y el coro vuelve a entonar el coral, pero esta vez para participar en el desarrollo de la fuga hasta conducirnos a la coda que cita nuevamente el coral luterano pero acaba en un amén del coro acompañado por la orquesta y el órgano.

La pieza de Nicolai, escasamente interpretada y grabada hoy en día, fue estrenada en Königsberg el 28 de agosto de 1844 en los actos del aniversario de la Universidad.



 


Otto Nicolai, Obertura Festiva sobre el coral 'Una firme fortaleza es nuestro Dios'
Peter Dicke, órgano, Kartauser Kantorei de Colonia y 
Orquesta de la Radio de Colonia. Director, Michail Jurowski

Llegado este momento, nos vamos a la ópera. En la primera mitad del siglo XIX triunfó en la ópera el subgénero denominado Grand Opéra. El epicentro de este fenómeno fue la Ópera de París y exigía obras de gran duración, con muchísimos personajes, grandes escenas de conjuntos, escenarios exóticos y un ballet. Este género siempre me ha recordado a las grandes superproducciones Hollywood basadas en la historia antigua, con los romanos como grandes protagonistas. Además, si el gran creador de Hollywood fue Cécil B. de Mille, del que no se repone casi ninguna película, sólo de tanto en tanto Los diez mandamientos, del creador de la Ópera de Paris, Giacomo Meyerbeer sólo vemos muy esporádicamente Los Hugonotes. Eso si, ambos creadores ganaron muchísimo dinero y fueron muy célebres en vida, ahora son poco más que páginas de enciclopedia, o de wikipedia, que hay que modernizarse.

Pues con Meyerbeer (1791 - 1864) nos quedamos. Nacido en Prusia con el nombre de Jakob Meyer Beer, la fama lo convirtió en Giacomo. Muchas veces debió escuchar en su tierra natal el Ein feste Burg ist unser Gott, tanto que al componer una obra en la que se enfrentan católicos y protestantes, decidió utilizar la melodía de Lutero. Esta ópera es Los Hugonotes, estrenada en París el 29 de febrero de 1836.

La ópera narra la historia de amor entre Raoul un caballero protestante hugonote y Valentine una joven noble católica en el París previo a la Matanza de San Bartolomé, el 23 de agosto de 1572, en la que miles de hugonotes, protestantes franceses calvinistas fueron masacrados por los católicos en un intento de expulsar el protestantismo de tierras francesas.

François Dubois (1529-1584) 'La masacre de San Bartolomé'


Meyerbeer utiliza repetidamente el coral luterano, siempre que la acción de la ópera se refiere a los protestantes. De hecho, la ópera se inicia con un breve preludio que tiene como base Ein feste Burg ist unser Gott.


Giacomo Meyerbeer. Los Hugonotes, obertura. 
Orquesta Nueva Philharmonia. Director, Richard Bonynge


Joseph Joachim Raff (1822 - 1882) es uno de esos compositores románticos alemanes que hoy están bastante injustamente olvidados, pues en su producción se encuentran obras muy interesantes. Y eso que Raff fue secretario y discípulo de Franz Liszt. De su mentor tomó el gusto por la música sinfónica programática, que con el tiempo daría lugar al poema sinfónico, aunque a la obra que vamos a presentar, Raff todavía la llamó obertura. Y es que Raff, también se interesó por el coral luterano y compuso sobre él Eine feste Burg ist unser Gott, Ouvertüre zu einem Drama aus dem Dreißigjährigen Krieg,  op. 127 (Una firme fortaleza es nuestro Dios, Obertura para un Drama de la Guerra de los 30 años, op. 127).

La obertura fue compuesta en 1854 como parte de la música incidental para la obra de teatro Bernhard von Weimar de Wilhelm Genast, futuro cuñado de Raff. La obra se estrenó y desapareció del repertorio. Doce años más tarde Raff revisó la obertura y la convirtió casi en un poema sinfónico sobre la figura del Barón Bernhard von Sachsen-Weimar, quien al servicio de Gustavo II Adolfo de Suecia, consiguió importantes victorias en la Guerra de los Treinta Años para el bando protestante. Recordemos que el Rey de Suecia hacía cantar a sus tropas Ein feste Burg ist unser Gott antes de entrar en batalla. Cuenta la leyenda que el Barón Bernhard von Sachsen-Weimar fue envenenado en 1639 por agentes del Cardenal Richelieu, el malvado ministro del Rey de Francia en Los tres mosqueteros de Alexandre Dumas.




Joseph Joachim Raff. Una firme fortaleza es nuestro Dios, 
Obertura para un Drama de la Guerra de los 30 años, op. 127.  
Orquesta Filarmónica de Stuttgart. Director Giovanni Bria


En la obertura de Raff, nuestro coral luterano deja la iglesia para convertirse casi en una marcha militar, a partir de ahora, el giro que va a tomar nuestra obra va a ir marcado casi siempre por una exaltación nacionalista que nada tiene que ver con el espíritu original de la música y del texto.

Tras cinco décadas de estabilidad, el equilibrio de la Europa de Metternich se iba a volver a romper. Prusia había iniciado los movimientos, no siempre pacíficos, para construir una Alemania unida. Francia, y su emperador Napoleón III veían con recelo este proceso. Tras la Guerra Austro-Prusiana, en la que quedó claro que el Imperio Austro-Húngaro no podía competir militarmente con Prusia y Baviera se iba a unir a esa Alemania, Francia quiso parar los avances de Prusia hacia el sur y hacia el oeste. El resultado fue la Guerra Franco-Prusiana que acabó con el imperio francés y con los alemanes en París, proclamando a Guillermo I Emperador de Alemania en el Palacio de Versalles en 1871, para mayor humillación francesa. Además Alemania se anexionó las provincias de Alsacia y Lorena.


Guillermo I proclamado Emperador de Alemania en Versalles de Anton von Werner

Una Alemania unida fue el sueño de Richard Wagner (1813 - 1883) en la época de las revueltas de Dresde de 1849, aunque no de esta forma. Allí los revolucionarios querían una monarquía parlamentaria o, mejor aún, una república. Unos cuantos años más tarde la unión fue un hecho aunque de modo bastante distinto. Pese a todo, la victoria contra Francia hizo que en Alemania se desatara la euforia y muchos artistas quisieran participar en las celebraciones. Entre los músicos Brahms compuso una insustancial obra para coro, barítono y orquesta, el Triumphlied (Canción del triunfo) y casi igual de insustancial fue la aportación de Richard Wagner, la Kaisermarsch (Marcha del Emperador). 

La marcha se inicia con gran pompa, como manda la ocasión, y cuando tras la introducción aparece el tema de la marcha propiamente dicho, es interrumpido rápidamente por un viejo conocido, el coral Ein feste Burg ist unser Gott (minuto 1:58 del video), para que quede claro que la monarquía prusiana, si tiene un origen divino, ese origen tiene que ser protestante. El coral luterano aparece una y otra vez en el desarrollo de la obra, que a falta de inspiración, está hecha con gran oficio y excelente factura, aunque el arte, en esta época, Wagner lo reservaba para El ocaso de los dioses.






Richard Wagner. Kaisermarsch (Marcha del Emperador)
Orquesta del Teatro La Fenice de Venecia. Director, Riccardo Muti

En 1898 compuso Max Reger (1873 - 1916) una obra para órgano titulada Choralfantasie, Op. 27. Esta fantasía coral está basada en el coral luterano Ein feste Burg ist unser Gott. Y es que Reger, aunque católico de nacimiento estaba obsesionado con algunos corales luteranos, de hecho no es la única obra de su catálogo que se basa en este coral, también en su Salmo nº 100, op. 106 aparece citada la obra de Lutero.


Max Reger. Fantasía coral, op. 27. Sietze de Vries, órgano


Tras este paréntesis en el que el coral luterano retomó su espiritualidad original, vuelve la guerra. También hubo un paréntesis pacífico de cuatro décadas entre la Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial. Esa guerra que nadie creía que se iba a desatar y que cuando estalló, todos pensaban que se iba acabar antes de Navidad, se convirtió en la mayor tragedia que había protagonizado el ser humano hasta la fecha. Y aquí también aparece nuestra música luterana.


Claude Debussy en 1908



Todos los aficionados conocen a Claude Debussy (1862 -1918). Uno de los dos grandes del impresionismo francés, ya al final de su vida, enfermo, escribió una curiosa obra poco conocida. Estamos en 1915, en plena guerra. Esta obra, para dos pianos se titula En blanc et noir (En blanco y negro) y es una suite en tres movimientos, cada uno dedicado a un amigo del compositor. El primero se lo dedica a Serge Koussevitsky, el director de la Orquesta Sinfónica de Boston que encargó la orquestación de los Cuadros de una exposición de Mussorgsky. El tercero está dedicado a Igor Stravisnky. Y el segundo, que es con el que nos vamos a quedar, se titula  Lent. Sombre y está dedicado a Jacques Charlot, amigo de Debussy muerto en la guerra. Este movimiento lento se anima en la parte central y ahí aparece Ein feste Burg ist unser Gott, aquí como muestra del belicismo teutón.

Claude Debussy. En blanc et noir. II- Lent. Sombre. Martha Argerich y 
Stephen Kovacevich, pianos. El coral luterano aparece en el minuto 3:50


Y llegamos al final de este ya muy largo recorrido. Nos vamos a Alemania en los años 30. Hitler ya está en el poder, el militarismo ahora se ha convertido en una amenaza real. En el territorio alemán ha empezado la represión contra los judíos. En este ambiente de casi pre guerra, Stefan Zweig escritor austriaco judio expone a Richard Strauss (1864 - 1949) en el Festival de Salzburgo en 1934 la idea para un libreto de ópera, una ópera pacifista. Zweig ha colaborado con Strauss en Die schweigsame Frau (La mujer callada), pero no puede seguir trabajando directamente con Strauss, eso está prohibido en la nueva Alemania. De hecho Strauss tendrá serios problemas con el régimen nazi al negarse a que desaparezca el nombre de Zweig en los carteles y en los programas del estreno de La mujer callada en 1935. La idea de Zweig será desarrollada por Joseph Gregor, escritor con el que Strauss tiene roces constantes a la hora de intentar plasmar sus ideas. Aún así, en 1938 estará lista la nueva ópera de Richard Strauss, Friedenstag (Un día de paz).

Richard Strauss dirige en la Semperoper de Dresde


La acción sucede en plena Guerra de los Treinta Años. Una ciudad católica lleva tiempo asediada por el ejército protestante. Estamos en 1648, el último día de la guerra, pero los protagononistas, claro, no lo saben. La ciudad está en las últimas, no queda comida, la gente pasa hambre y el fin se acerca. Un soldado piamontés ha conseguido pasar las líneas enemigas con una carta del emperador. En la carta el emperador exige resistir hasta la victoria. El comandante de la guarnición sabe que no va a haber ninguna victoria. Pide a sus hombres acumular pólvora bajo la fortaleza. Piensa saltar por los aires con su ciudad cunado llegue el momento. A sus hombres les pide que intenten salvarse, aunque todos prefieren quedarse.  Marie, la mujer del comandante ha notado el cambio de actitud de su marido y decide quedarse con él pase lo que pase. El alcalde y los representantes de la ciudad piden al comandante que se rinda para poner fin al sufrimiento. El comandante los rechaza. Dice que estén atentos a la señal. El comandante y Marie oyen alboroto el las calles, algo pasa. El enemigo se acerca, pero con una extraña actitud. Llevan gurinaldas y banderas blancas en los mosquetes. El comandante piensa que es una treta del enemigo y pide una mecha. La mecha se apaga. El enemigo ha entrado en la ciudad al son de una marcha rápida basada, si, os lo podéis imaginar, en Ein feste Burg ist unser Gott. Los asaltantes cuentan que se ha firmado la paz y el Holsteiner, comandante de los protestantes, busca al comandante católico. Quiere conocer al hombre que ha resistido sus ataques tan bravamente. Pero frente a la amistosa disposición del Holsteiner, el comandante se muestra desafiante. Al final, el Holsteiner se ve obligado a sacar la espada, pero Marie se interpone entre los dos hombres y se declara a favor de la paz. Asi, los tres se unen al canto final a favor de la paz y la reconciliación.

El 24 de julio de 1938 se estrenó en Múnich Un día de Paz con una audiencia plagada de militares y jerarcas nazis que no sabían que estaban presenciando una obra que había sido idea de un escritor judio. De todos modos, el mensaje pacifista no cuajó entre aquel público. Apenas un año más tarde, estallaba la peor guerra de la historia.


Richard Strauss. Friedenstag. Bernd Weikl, Sabine Haas, Kurt Moll. Coro de la Ópera de Baviera, 
Coro y Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. Director, Wolfgang Sawallisch.
La Marcha comienza en 1:00:17 y el Holsteiner (Kurt Moll) cita el coral luterano en 1:04:38 
antes de la intervención de Marie que pone fin a la lucha



domingo, 11 de junio de 2017

La obertura que ríe

Viena, marzo de 1878. Johannes Brahms, el compositor hamburgués, afincado en la capital austriaca está a punto de cumplir 45 años. Es muy conocido y apreciado, obras como el Requiem Alemán, las dos primeras Sinfonías o el Primer concierto para piano y orquesta le han asegurado ya un puesto entre los grandes compositores. 

Pero los reconocimeientos también llegan de manera honorífica. Este mes de marzo, la Universidad de Breslau, una de las más importantes del Imperio Alemán, aunque hoy se encuentre en Polonia (Wrocław), comunica a Johannes Brahms que le ha sido concedido un Doctorado Honoris Causa.

En 1879 Brahms recibe el Doctorado en Breslau y quiere corresponder al reconocimento concedido con una nota de agradecimiento. Bernhard Scholz, director musical en Breslau, convence a Brahms de que tal honor merece una composición original dedicada  a la Universidad. Brahms accede a la petición, aunque no será hasta el verano de 1880, de vacaciones en Bad Ischl, cuando se ponga manos a la obra.


 
Johannes Brahms en 1880


Este verano va a resultar bastante productivo, porque Brahms no se va a contentar con componer la obra universitaria, otra pieza de carácter muy diferente empieza a ocupar sus pensamientos.

Pero volvamos a la composición para la Universidad de Breslau. Brahms se decide finalmente por una pieza orquestal, una obertura de concierto. Con su típico sentido del humor, Brahms comenta que va a componer una obra que será un potpurri de canciones universitarias con un carácter parecido a las oberturas de Suppé. Pero una cosa es lo que Brahms dice y otra lo que realmente hace. Canciones unversitarias hay en la obertura, pero lo de parecerse a una obra de Suppé no es del todo cierto. La obertura es brahmsiana del primer al último compás y en ella Brahms despliega toda su sabiduría en el campo orquestal en una composición bienhumorada de principio a fin.

Veamos que canciones estudiantiles utiliza Brahms en la obertura. En primer lugar cita Wir hatten gebauet ein stattliches Haus (Habíamos construido una magnífica casa). La canción data de 1819 o 1820 y fue compuesta tras la forzada disolución de la Asociación de Estudiantes de la Universidad de Jena. La canción cuenta la disolución de la asociación. Se hace referencia en ella a los colores rojo, negro y oro; los colores de la actual bandera de la República Federal de Alemania, que estaban prohibidos en aquel tiempo por asociación con ideales revolucionarios que buscaban la unificación de los territorios de habla alemana y una mayor libertad. Al final la canción recuerda que el espiritu sobrevive en cada uno de los miembros, pues su fortaleza se encuentra en Dios, haciendo referencia al coral luterano Ein' feste Burg ist unser Gott (Una firme fortaleza es nuestro Dios).



La canción que aparece en segundo lugar es Alles schweige (Todos en silencio). Ésta es una canción estudiantil del siglo XVIII con resonancias masónicas. En el siglo XIX con texto de Friedrich Silcher (1823), se convirtió en la canción patriótica Landesvater (El soberano, El padre de la patria) que en la línea de la anterior, ensalza los valores y virtudes de una Alemania aún por construir.





Con la tercera canción cambiamos de registro. Dejamos el patriotismo y nos vamos a la taberna. Tampoco es cuestión de pasarse todo el día estudiando. Was kommt dort von der Höh (Lo que viene desde lo alto), también conocida como Fuchsenritt (Cabalgata del zorro) es una canción que se cantaba en la taberna durante una de las pruebas para acceder a una asociación de estudiantes. El Fuchsmajor (Jefe Zorro) observaba la carrera de los Füchse (Zorros) sentados en sus sillas por toda la taberna mientras entonaban la canción.






Y para terminar Brahms utiliza, como no podía ser de otro modo, el Himno Universitario más extendido en todo el mundo, el Gaudeamus igitur (Alegrémonos pues). Canción alemana de autor desconocido, probablemente del siglo XVIII con un texto en latín muy anterior que dice que nos alegremos pues somos jóvenes, ya vendrá luego la molesta vejez. La canción se canta habitualmente en todas las universidades europeas en ocasiones solemnes, eso si, eliminando algunas estrofas que hoy en día resultan politicamente incorrectas.





Con estas cuatro canciones y con su propia música Brahms dedicó las vacaciones veraniegas de 1880 a componer la que iba a ser su Akademische Festouvertüre u Obertura para un Festival Académico que iba a llevar el opus 80. Paralelamente, como hemos comentado, trabajó en otra obra, la Tragische Ouvertüre u Obertura Trágica que iba a ser el opus 81. El carácter de las dos obras es tan opuesto que Brahms comentó sobre ellas, una ríe, la otra llora.

La obertura que ríe se estrenó en Breslau el 4 de enero de 1881, con dirección del propio Johannes Brahms y desde ese momento se convirtió en una de las piezas favoritas del público, ganando en celebridad a su hermana triste, aunque en el siglo XX y XXI eso ha ido cambiando y la Obertura Trágica se programa y graba con más frecuencia que la Académica.



Universidad de Breslau en el siglo XIX

Veamos que hace Brahms con todo este material. Es como si llegaramos a la Universidad mucho tiempo después de nuestra graduación. Es una conmemoración y nos sentimos entre alegres y nostálgicos al recordar aquel buen tiempo pasado, que nunca volverá. Es aún muy pronto. Estamos solos, pese a que hoy es día de celebración y pronto todo será ruido y jolgorio. Paseamos por los diferentes edificios recreándonos en todo lo que ha cambiado desde que nos sentábamos en uno de esos pupitres. Un sonido llama nuestra atención, suena un coral de metales típicamente brahmsiano, solemne al estilo de los que ha utilizado en el último movimiento de la Primera Sinfonía. Un grupo de estudiantes está preparando su actuación.Están ensayando Wir hatten gebauet ein stattliches Haus (1:43). Nos alejamos de allí y seguimos nuestro paseo. Recordamos como dormitaba aquel bedel en su silla en el pasillo o como en esa misma aula los estudiantes se levantaban y se marchaban del aula dando un portazo, incapaces de digerir el indigesto ladrillo que nos soltaba aquel profesor que todos conocemos y no queremos nombrar. Todo se va animando, empieza a llegar gente. Ahora escuchamos en la orquesta citar sutilmente una frase del Landesvater (3:23). Salimos a los jardines. Vemos como un grupo de estudiantes jóvenes, y algo gamberros, va haciendo de las suyas mientras canta el Fuchsenritt (4:09). Seguimos con nuestro paseo por las diferentes estancias. Se empieza a notar mucho movimiento. Habíamos perdido la noción del tiempo, así que nos apresuramos a llegar al Paraninfo. Nos adelanta el grupo que ensayaba (7:07). Llegamos justo en el momento en el que ha acabado su canción (8:38). Entonces nos ponemos todos de pie y comienza, solemne, el Gaudeamus igitur (8:50) que es la coda de la obertura. En una orquestación muy brahmsiana, el compositor deja cantar a las cuerdas la melodía completa (9:04), para ya con toda la orquesta alcanzar el brillante final.

De esta forma termina una obra que nos hace recordar con nostalgia una universidad que ya no existe. Lo práctico, estudiar sólo las cosas que sirven para las empresas, para realizar un trabajo, han acabado con el espíritu universitario que nos impulsaba a aprender por la pasión de saber.

La versión de la Obertura para un Festival Académico que había elegido era la de Hans Knappertsbusch con la Orquesta Filarmónica de Viena, en una grabación realizada por Decca en 1957, ya no disponible en YouTube.

Aquí el viejo Kna con unos tempi moderados, en los que con sorprendente claridad, marca de la casa,  muestra la maravillosa escritura contrapuntística de Brahms. Además nos conduce con su germánico sentido del humor, robusto, pero no pesante, por once minutos de placer auditivo para disfrutar de esta obertura que ríe. A disfrutarla.

Como no podemos disfrutar de esta versión del viejo Kna, tenemos la de Otto Klemperer con la Orquesta Philharmonia, grabada para EMI en 1957. Con unos presupuestos no muy diferentes, un poco más ligera en el tempi, pero igual de robusta en su construcción y con el aquél de que Otto Klemperer nació en Breslau. Otra gran versión para disfrutar. Cuando vuelva a estar disponible la de Knappertsbusch, podremos compararlas.




lunes, 3 de abril de 2017

Noche "welsunga". Noche transfigurada



En la entrada de hoy vamos a asistir a un concierto imaginario. Lo componen dos obras muy diferentes, raramente tocadas en una misma sesión. De hecho, una de ellas pertenece al mundo de la escena. Alguna vez se han interpretado juntas. Cuando así ha ocurrido, hemos asistido a un concierto fascinante y, aunque parezca extraño, de una gran coherencia en el programa.

Fürstenweg, Freilassing al atardecer en otoño


Nos sentamos en nuestra localidad. No es una gran orquesta la que nos espera. O tal vez si. La obra es sólo para instrumentos de cuerda, pero no hay menos de sesenta músicos en el escenario. Leemos rápidamente el programa: Arnold Schönberg (1874 – 1951): Verklärte Nacht (Noche transfigurada), op. 4, versión para orquesta de cuerdas de 1943. Bueno, nos espera una obra del siglo XX, cosa que siempre produce inquietud entre el público. Miramos la segunda página del programa y vemos que hay un poema. Nos apresuramos a leerlo antes de que se apaguen las luces.

Zwei Menschen gehn durch kahlen, kalten Hain;
der Mond läuft mit, sie schaun hinein.
Der Mond läuft über hohe Eichen;
kein Wölkchen trübt das Himmelslicht,
in das die schwarzen Zacken reichen.
Die Stimme eines Weibes spricht:                             
„Ich trag ein Kind, und nit von Dir,
ich geh in Sünde neben Dir.
Ich hab mich schwer an mir vergangen.
Ich glaubte nicht mehr an ein Glück
und hatte doch ein schwer Verlangen
nach Lebensinhalt, nach Mutterglück                       
und Pflicht; da hab ich mich erfrecht,
da ließ ich schaudernd mein Geschlecht
von einem fremden Mann umfangen,
und hab mich noch dafür gesegnet.
Nun hat das Leben sich gerächt:
nun bin ich Dir, o Dir, begegnet.“
Sie geht mit ungelenkem Schritt.
Sie schaut empor; der Mond läuft mit.
Ihr dunkler Blick ertrinkt in Licht.
Die Stimme eines Mannes spricht:
„Das Kind, das Du empfangen hast,
sei Deiner Seele keine Last,
o sieh, wie klar das Weltall schimmert!
Es ist ein Glanz um alles her;
Du treibst mit mir auf kaltem Meer,
doch eine eigne Wärme flimmert
von Dir in mich, von mir in Dich.
Die wird das fremde Kind verklären,
Du wirst es mir, von mir gebären;
Du hast den Glanz in mich gebracht,
Du hast mich selbst zum Kind gemacht.“
Er faßt sie um die starken Hüften.
Ihr Atem küßt sich in den Lüften.
Zwei Menschen gehn durch hohe, helle Nacht.

Richard Dehmel 
Dos personas caminan por un desnudo y frío bosque; 
la luna pasa sobre ellos, se miran en ella.
La luna pasa sobre los altos robles;
ni una nube oscurece la luz del cielo
donde las negras ramas se extienden.
La voz de una mujer habla:
“Llevo un niño, y no es tuyo,
camino en pecado junto a ti,
he cometido una gran ofensa contra mí misma.
Yo ya no creía que pudiese ser feliz,
y sin embargo, tenía el fuerte deseo
de sentir la plenitud, la felicidad de ser madre.
Y por ello, he cometido un descaro,
así que, temblando, entregué mi sexo
a los brazos de un hombre extraño,
y así quedé embarazada de él.
Ahora la vida se ha cobrado su venganza:
Ahora te pertenezco, oh, te he encontrado.”
Ella camina con paso torpe.
Ella levanta la vista; la luna corre sobre ellos.
Sus ojos oscuros se ahogan en la luz.
La voz de un hombre dice:
“Que ese niño, ese que tu has recibido,
no sea una carga para tu alma,
sólo hay que ver ¡cuán claro brilla el universo!
Hay un resplandor en todas las cosas
Ibámos a la deriva por un frío mar,
pero una calidez especial parpadea
desde ti hacia mí, desde mí hacia ti.
Esa llama transfigurará al niño,
al que darás vida, como si fuese mío.
Tú me has traído la luz,
has hecho un niño de mí.”
Él posa su mano en sus anchas caderas
mientras sus alientos se entremezclan en el aire.
Dos personas caminan en la excelsa y brillante noche.

Richard Dehmel

La obra tiene un solo movimiento, pero está dividida en varias secciones. Al parecer es un poema sinfónico, pero sólo para cuerdas. Pero la pieza, es más antigua que ese 1943 que indica el programa. Hoy se toca una versión para orquesta de cuerda, pero el original es un sexteto para dos violines, dos violas y dos violonchelos.  La composición es de 1899, apenas tres años posterior a la publicación del poema de Dehmel en la colección Weib und Welt (Mujer y mundo).

Arnold Schönberg fotografiado por Man Ray (1927)

La obra comienza, lenta, pesante. Impresiona ver como sesenta instrumentos de cuerda nos meten de golpe en ese frío bosque. Dos personas caminan en silencio. Caminan lentamente, así lo refleja el pesante ritmo de la orquesta. Algo parece brillar entre los árboles. Es la luna que mira curiosa a los dos paseantes. Hace muchísimo frío. La orquesta se agita, parece que la mujer quiere decir algo, aunque casi no se atreve a hablar.  Finalmente la mujer se decide y empieza a contar su historia (3:44). La música se vuelve inquieta cuando dice que va a tener un hijo y no es de su compañero. La orquesta refleja la angustia que siente la mujer, al confesar su, así lo cree ella, pecado. La música se dulcifica al recordar los momentos felices en los que ella encontró a su amigo (6:59) y así continúa su explicación. Al final la orquesta parece dictar sentencia, cuando la cuerda grave (8:28) corta la conversación. Sigue una tensa espera mientras la pareja sigue caminando. Es como un interludio de cinco minutos en el que la mujer pasa por diferentes estados de ánimo, aunque siempre acaba sintiéndose culpable. Va a hablar el hombre (14:51). Algo cambia en la música, todo parece ahora más luminoso y cálido. Las palabras de aceptación del hombre lo han cambiado todo. La noche fría se ha transfigurado (16:30). Ya dos seres humanos caminan, pero por una brillante y excelsa noche.

Para contar todo esto Schönberg se valió siempre de una escritura tonal. La obra comienza con un re menor y acaba tras la transfiguración en un luminoso re mayor. Pero entre principio y fin hay constantes cambios de tonalidad. Schönberg ha seguido las normas pero al igual que Wagner en Tristan e Isolda, lo ha llevado todo al extremo, consiguiendo una música nueva, a la que los vieneses, amantes de compás de tres por cuatro, no estaban acostumbrados.

Verklärte Nacht de Schönberg se estrenó el 18 de marzo de 1902 en Viena. La reacción del público fue negativa, fue el primer escándalo, que no el último, por el estreno de una obra de Schönberg en Viena. 








La segunda parte del concierto la ocupa una sola obra, como en la primera parte. La Walkyria, acto I de Richard Wagner leemos en nuestro completo programa, que además de toda la información sobre los intérpretes y unas completas notas sobre las obras, trae además el texto de esta obra para que podamos seguirlo durante la escucha.

Se apagan las luces nuevamente y suena la orquesta, ahora una imponente orquesta sinfónica completa con un importante contingente en los metales. Un ostinato nos lleva a la carrera de un joven. Estamos en un bosque frío, parece el final del invierno. Nuestro protagonista huye desarmado, a lo lejos se escuchan los cuernos de caza de sus perseguidores. El cielo está negrísimo, no tarda en comenzar la tormenta. Nuestro joven ve una cabaña y exhausto entra en ella. Sea de quién sea esta casa, tengo que descansar, dice, antes de caer agotado. La orquesta cambia ahora el ambiente tormentoso por una música triste, con las violas marcando el color básico, un poco gris. En la casa hay una mujer joven.  Mira sorprendida al extraño. Se apresura a llevarle hidromiel. Se miran, como si se reconocieran. Se entrecruzan unas breves preguntas. Hay una corriente de simpatía entre ellos. La mujer y la casa pertenecen a Hunding dice ella. Él responde a las preguntas de la mujer, diciendo que el infortunio le persigue. De repente, el joven se levanta y decide marcharse, no quiere traer la desgracia a este lugar. La mujer lo retiene, no puedes traer el infortunio a donde ya habita desde hace tiempo. Así, nuestro joven decide esperar a Hunding.

Se oye a lo lejos un tema amenazante. Poco a poco crece en intensidad hasta que Hunding entra en la cabaña. Pregunta a su mujer por el extranjero y lo acepta como huésped según las leyes de la hospitalidad. Enseguida nota Hunding que en los ojos del joven brilla la misma chispa que en los de su mujer. Manda a su mujer a que les traiga la comida y pregunta al extraño por su nombre. 

El joven comienza su historia. Quisiera ser el Portador de la Paz o el Mensajero de la Felicidad, pero debe llamarse Portador de la Desgracia (Wehwalt). Comienza el relato hablando de su padre, a quién llamaban Lobo. Hunding se sorprende, había oído hablar de las hazañas de Lobo y de su hijo. Sigue contando que un día volvieron a casa. Estaba quemada, allí estaba el cuerpo de su madre, pero ni rastro de su hermana. Muchos hombres atacaron a Lobo y a Lobezno, al final, en la batalla, se vieron separados. Desde entonces nuestro joven no ha vuelto a ver a su padre. Desde entonces vaga solo por los bosques. No tiene amigos, todos le vuelven la espalda.

Al final la mujer pregunta cómo llegó a esta casa. El joven cuenta que intentó salvar a una doncella que iba a ser obligada a casarse con un hombre al que no amaba. Él la defendió hasta que ella también cayó muerta en la batalla, su lanza y su escudo se quebraron y tuvo que escapar, desarmado por el bosque. 

Entonces Hunding estalla, es el enemigo que estaba buscando, él también había estado en la lucha de parte de los parientes de la novia. Esta noche protegen al huésped las leyes de la hospitalidad, pero por la mañana Hunding lo retará en combate a muerte.

Hasta ahora hemos visto una orquesta excitada ante el relato del joven. Los belicosos metales subrayaban los momentos más heroicos del relato, ahora la música ha cambiado. Está oscuro, las últimas llamas del hogar se extinguen. Al irse a dormir con Hunding, la mujer señaló insistentemente, con la mirada, a un punto en el tronco del fresno del centro de la estancia. Nuestro héroe comienza ahora un soliloquio, recuerda que su padre le prometió una espada cuando el mayor peligro le acechara. Ese es el momento, y el joven implora a su padre, llamándole por primera vez por su nombre, Wälse. Algo brilla en el tronco, con las últimas brasas de la hoguera. El joven lo compara con los ojos de la mujer, de la que se ha enamorado. Al final, se arrebuja en su manta y se dispone a descansar un poco. 

Apenas ha cerrado los ojos nuestro joven, oye como la mujer pregunta si duerme. Ella ha añadido un somnífero a la bebida de Hunding para que puedan estar tranquilos. Ella sabe dónde se esconde un arma, con la que el hombre pueda defenderse mañana. Entonces comienza un relato. El clan de los hombres se había reunido para celebrar la boda de Hunding. Ella, la novia, estaba triste, había sido raptada y se iba a casar contra su voluntadEntonces, un anciano entró en la sala, miró a todos con un solo ojo, el otro lo tenía tapado con el sombrero. Su mirada heló la sangre de los hombres, sólo al llegar a ella, cambió su semblante y le sonrió. Aquellos que hayan oído El oro del Rin ya saben quién es el anciano. La música que acompaña el relato de la mujer es la misma con la que Wotan saludó a su nueva residencia, el Walhalla. Pero volvamos al relato. El anciano sacó una espada formidable de su manto y la hundió hasta la empuñadura en el tronco del fresno, allí donde señalaban los ojos de la mujer. Cuando el anciano se fue, varios hombres probaron a sacar la espada. No se movió ni un milímetro. Se organizaron partidas de guerreros que vinieron a centenares a conseguir la espada. Allí sigue desde entonces, esperando a su verdadero dueño. Y aquí acaba la música épica y empieza la apasionada, porque la mujer estalla, ojalá el extranjero fuera el merecedor del arma. 

El joven le responde igualmente apasionado, se están declarando su amor, pero de repente el viento abre de golpe la ventana, fuera se ve una noche estrellada, sin las nubes de tormenta del comienzo, la luz de la luna lo inunda todo. Al igual que pasaba con la pareja que paseaba por el sombrío bosque, aquí la noche también se ha transfigurado. Nadie ha salido, pero alguien ha entrado, dice el joven, mira, la primavera sonríe en la sala. Y aquí comienza la hermosa canción de la primavera, el célebre Winterstürme wichen den Wonnemond (Las tormentas invernales ceden ante el dulce mayo). Aquí con un verso fuertemente aliterado (con la W y la L, fundamentalmente), Wagner compone una de esas músicas mágicas, con una exquisita orquestación que llama la atención del oyente desde la primera escucha. Si además canta un tenor con buena línea de canto y acentos baritonales (Lauritz Melchior, Jon Vickers, James King, Franz Wölker) el momento puede ser inolvidable.

Aquí, como no me resisto a ponerlo, escuchamos el Winterstürme en la voz de Lauritz Melchior con la Orquesta Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Bruno Walter, en la famosa grabación EMI de 1935 con el primer acto de La Walkyria, disco imprescindible para cualquier oído sensible.

 

Luego viene las diferentes intervenciones de la pareja, con permanente lirismo y con una orquestación maravillosa, que hace que la obra parezca mucho más moderna en el tiempo de lo que es, 1855. 
Al final, la mujer empieza a preguntar por el verdadero nombre del joven. Ya no es el Portador de la Desgracia, bueno, quizá si, pero eso será otra historia. Al final dice ella, pero no nombraste a tu padre como Lobo. Un lobo para los cobardes zorros, responde él y dice el verdadero nombre de su padre, se llamaba Wälse, por tanto, él es un welsungo. Aquí la mujer ya ha reconocido al hombre, y le da su verdadero nombre Siegmund, el Mensajero de la Victoria
Con su nuevo nombre, Siegmund se dirige al fresno y da nombre a la espada, Nothung, la hija de la necesidad. Cuando la toma por la empuñadura y canta Heiligster Minne, höchste Not (Del sagrado amor, la mayor necesidad), lo hace sobre una melodía que ya hemos escuchado en El oro del Rin. Este leitmotiv que aparece pocas veces, pero en importantes momentos, está relacionado con la renuncia al amor. Wotan, Wälse o Lobo en sus correrías entre los humanos ha preparado una espada invencible para su hijo Siegmund. Estamos ante el mismo mito que Excalibur, la espada mágica encerrada en la roca, que sólo está destinada al verdadero heredero del rey. Lo que ocurre es que Wotan se verá obligado en el acto segundo a retirar su protección a Siegmund y provocar su derrota. Junto antes de que la espada salga del tronco, Wagner ya nos ha dicho que esa espada no es más que un hierro inútil que se quebrará con facilidad, porque Wotan ha renunciado al amor por su hijo.
Pero eso pasará en el acto segundo, aquí estamos en un concierto y al final del primer acto, nos iremos a casa, por tanto lo que interesa es que inmediatamente Siegmund tomará la empuñadura de la espada y la sacará del tronco sin ningún esfuerzo, mientras en el climax orquestal suena potente otro leitmotiv que escuchamos al final de El oro del Rin cuando Wotan saluda a su fortaleza. Este tema de la espada deriva del tema del Walhalla y tendrá protagonismo en grandes momentos del ciclo. 
Ya estamos acabando y se conoce el resto del misterio, la mujer se llama Sieglinde y es la hermana de Siegmund, aquella que desapareció cuando las hordas de los hombres atacaron la casa del Lobo y mataron a su mujer. Estamos en tiempos míticos y con una estirpe de semidioses, así que Sieglinde y Siegmund se unirán para tener un hijo. 

Siegmund con la espada Nothung en la mano recibe el abrazo de Sieglinde. Escenografía para el estreno en Bayreuth en 1876

Poco sabemos del hijo de la pareja que paseaba por el sombrío bosque. En la Viena de principios de siglo XX en la que nació, le tocaría ver como se desmoronaba en Imperio de los Habsburgo y como después iba a llegar la anexión de la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial. Si sobrevivió a todo, tuvo una gran historia que contar.

Del otro niño, lo sabemos todo. Se cr huérfano de padres con un ambicioso nibelungo que aspiraba, a que ya adulto, consiguiese para él el tesoro de los nibelungos. Este nibelungo, el mejor herrero del mundo, era incapaz de volver a forjar la espada rota que el jovencito heredó de su padre. Sólo la podía volver a forjar aquél que no conociese el miedo. Así nuestro joven forjó la espada, mató al dragón Fafner, que protegía el tesoro de los nibelungos y se hizo con el anillo del nibelungo. Después cruzó una muralla de fuego para despertar a la más maravillosa de las novias. Más tarde tendría tratos con los humanos que lo engañarían, traicionaría a su novia y sería traicionado y asesinado por la espalda. Con su muerte provocaría El Ocaso de los Dioses y así sa acabaría el dominio de los crueles dioses nórdicos para devolver la tierra al ser humano. Por cierto este niño, se llamó Siegfried.





Las grabaciones con las que ilustro la entrada pertencen a Herbert von Karajan con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Gundula Janowitz, Jon Vickers y Martti Talvela son los solistas en el primer acto de La Walkyria

Quienes me conocen saben que no soy un fan de Karajan, sin embargo me parecen dos grabaciones muy adecuadas para esta versión de concierto. Prima, como siempre el bien sonar,  y Karajan consigue momentos realmente hermosos. Los solistas de La Walkyria están estupendos, pese a que la crítica fue inclemente con Gundula Janowitz, demasiado lírica para su cometido. Está claro que Janowitz no es Leonie Rysanek, pero tiene una voz muy hermosa y luminosa y en el primer acto está muy bien, es cierto que en el tercero está sobrepasada en la escena de su despedida, pero al tecer acto aquí no llegamos. 

Por otra parte, Karajan, grabó un album de cuatro Vinilos con música de la Segunda Escuela de Viena, cuando nadie grababa esta música. Los directivos de Deutsche Grammophon eran reacios a la grabación, así que Karajan financió los costes de su bolsillo. Hoy en tres CD's sigue siendo uno de los superventas de Deutsche Grammophon. Muchas gracias Señor Karajan.