lunes, 28 de abril de 2014

Richard Strauss: "Die Nacht"

Hay una teoría que dice que los grandes operistas no son grandes liederistas y que los grandes liederistas no triunfan en la ópera. Si analizamos la música del siglo XIX, esto es mayoritariamente cierto. Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wolf o Mahler no acertaron, cuando lo intentaron, con la ópera. Weber, Nicolai, Flotow, Lortzing o Wagner, no han pasado a la historia como grandes liederistas. Creo que en el caso de Schubert fue culpa del cruel destino que se lo llevó con sólo treinta y un años, con unos años más de vida hubiera triunfado en el mundo de la ópera. En el caso de Wagner fue falta de tiempo, entre Anillo y Tristan sólo da tiempo a componer los Wesendonck-Lieder que, por cierto, son una obra maestra.

Pero toda teoría tiene excepciones y, en este caso, la excepción se llama Richard Strauss. Strauss, del que este año conmemoramos el sesquicentenario de su nacimiento, fue un músico total. Todo lo hizo bien. Fabuloso músico sinfónico, su seríe de Poemas sinfónicos es parte fundamental del corpus orquestal de la música occidental. Quizá fue el penúltimo gran operista, Benjamin Britten cierra de momento la lista de grandes del género. Con esto me refiero a que no tiene sólo una gran ópera, al menos seis (Salome, Elektra, El caballero de la rosa, Ariadna en Naxos, La mujer sin sombra y Arabella) son títulos fundamentales de la historia de la ópera. La parte más desconocida de su producción, la música de cámara e instrumental encierra maravillas. Glenn Gould estaba enamorado, y con razón, de su Sonata para piano, op. 5 y de sus Piezas para piano, op. 3. Y en el mundo del lied, qué se puede decir, es uno de los más grandes. Sus doscientos lieder, escritos a lo largo de toda su vida son de una calidad superlativa, desde los op. 10 basados en poemas de Hermann von Gilm de 1885, hasta los célebres Cuatro últimos Lieder de 1948.

En el territorio del lied nos vamos a quedar. Un lied clásico es cosa de cuatro, un poeta y un compositor en la creación y un cantante y un pianista en la interpretación. Hay veces que los poetas son muy conocidos, Goethe, Heine o Shakespeare. Otras veces son recordados gracias a la música. Quién se acordaría de Wilhelm Müller si no fuera porque Schubert compuso La bella molinera y Viaje de invierno sobre sus poemas. Y ya que hablamos de poetas comencemos con el del lied que vamos a comentar, que como habréis deducido por el título del post, no es otro que Die Nacht (La noche), op. 10 n° 3. Creo que el poeta debe mucho a Richard Strauss, de no haber sido por él, creo que hubiera caído en el olvido.

Hermann von Gilm zu Rosenegg nació en Innsbruck en 1 de noviembre de 1812.  Estudio Derecho en la Universidad de Innsbruck. De ideología liberal, publicó algunas obras bajo pseudónimo, pues llegó a ocupar puestos en el Ministerio del Interior en Viena. Trasladado a Linz, falleció en la capital de la Alta Austria el 31 de mayo de 1864. 

Fue muy apreciada su obra poética por su finura y delicadeza. En la colección Die letzten Blätter (Las últimas hojas), iba a encontrar Richard Strauss inspiración para su opus 10.


Hermann von Gilm

El poema de Gilm, posee las virtudes que le hicieron, relativamente, célebre y que son comunes a todos los poemas escogidos por Strauss para su opus 10. Finura y bello lenguaje, una pizca de sentimentalismo, sin pasarse, la presencia, directa o indirecta del amor en todos ellos. La noche, nos cuenta un hecho cotidiano con un ese uso rico y a la vez delicado del lenguaje. Gilm nos describe algo que ocurre todos los días. Con la oscuridad de la noche desaparecen los colores y la belleza del día. Se puede decir que por la noche todos los gatos son pardos, o se puede decir como lo hace Gilm. El poema, que en realidad es una narración, termina con una estrofa amorosa, cosa que ya imaginamos desde el último verso de la primera estrofa, ese presta atención.





Die Nacht

Aus dem Walde tritt die Nacht,
Aus den Bäumen schleicht sie leise,
Schaut sich um in weitem Kreise,
Nun gib acht.

Alle Lichter dieser Welt,
Alle Blumen, alle Farben
Löscht sie aus und stiehlt die Garben
Weg vom Feld.

Alles nimmt sie, was nur hold,
Nimmt das Silber weg des Strom(e)s,
Nimmt vom Kupferdach des Dom(e)s
Weg das Gold.

Ausgeplündert steht der Strauch,
Rücke näher, Seel an Seele;
O die Nacht, mir bangt, sie stehle
Dich mir auch.

Hermann von Gilm
La noche

Desde el bosque cae la noche
queda y furtiva sobre los árboles,
mira vastamente a su alrededor,
presta atención.

Todas las luces de este mundo,
todas las flores, todos los colores
apaga y se lleva los haces
del campo.

Toma para sí, lo que es hermoso,
roba la plata del torrente,
roba el oro del techo de cobre 
de la catedral.

Despojado queda el arbusto,
acércate, alma con alma.
Oh me asusta que la noche, te robe
también a ti.

Hermann von Gilm


Richard Strauss nació en Múnich el 11 de junio de 1864. Su padre Franz Strauss fue primer trompista de la Orquesta de la Ópera de la Corte de Múnich. Su madre Josephine pertenecía a la familia Pschorr, fabricantes de cerveza y una de las familias más adineradas de Múnich. En este ambiente musical y burgués creció el joven Richard. Desde muy joven demostró tener un talento excepcional para la música. Con seis años compone sus primeras obras, Schneiderpolka (Polka del sastre) y Weihnachtslied (Canción de Navidad), su primer lied.



Un joven Richard Strauss

Strauss, músico que acertó en todos los géneros, distribuyó sus esfuerzos en etapas. Instrumental y de cámara en su juventud. Liederística y orquestal desde los Lieder op. 10 de 1885 y el prodigioso poema sinfónico Don Juan op. 20 de 1888. Consagrada a la ópera desde el éxito de Salome en 1905. Los últimos años nos muestran un artista que vuelve la vista a su adorado Mozart y nos dan una buen número de obras maestras marcadas por la nostalgía de un mundo que ya no volverá, en buena parte debido a la barbarie nazi que precipitó a Alemania al abismo. Metamorfosis, las dos Sonatinas para instrumentos de viento y los Cuatro últimos Lieder son obras representativas de este periodo final. Strauss falleció en Garmisch-Partenkirchen en 8 de septiembre de 1949.

Sobre Strauss volveré en el blog, hay mucha ópera, mucho lieder y mucha música orquestal que tratar, pero en esta primera entrada, dejamos ya al compositor y nos centramos en la obra que nos interesa.

Los Ocho Lieder op. 10 fueron compuestos por Strauss en 1885, con veintiún años. Que Strauss con esa edad eligiera un poeta sólo relativamente conocido, nos habla de un joven compositor que ya había leído mucho, y que lo haría a lo largo de toda su existencia. La obra iba destinada, en principio, al círculo familiar y de amigos. La destinataria de la obra era la tía de Strauss Julia Pschorr, soprano aficionada. Pero una cosa llama ya la atención, Strauss ya estaba pensando en la sala de conciertos. Estos lieder, aparentemente sencillos, tienen algo especial. Son obras maestras en su sencillez y, al menos tres de ellos, se han instalado en el repertorio de los grandes liederistas. Los otros dos lieder más conocidos de la serie son el bellísimo Allerseelen (Todos los Santos) y el celebérrimo Zueignung (Dedicatoria), sobre el que el barítono Timothy Sharp dio una excelente explicación en el blog de Liederabend.

Sharp nos cuenta que en una clase magistral, el gran Hans Hotter explicó que Zueignung no es la propina que se debe cantar a plena voz para arrancar los bravos del público. La intención de Strauss era crear una canción intima en la que la media voz, el declamar el texto atendiendo a todos sus matices, es lo principal. Esto es también válido para Die Nacht, una conversación entre dos amantes en la noche en la que la voz tiene que acariciar cada palabra. Además el texto no es fácil de declamar, versos clave como Nimmt von Kupferdach des Doms weg das Gold (Roba el oro del techo de cobre de la catedral), deben cantarse a media voz y haciendo inteligible cada sílaba. Os puedo asegurar que he escuchado muchas versiones del lied preparando la entrada y no todos los cantantes lo consiguen. Esto tendría que hacer reflexionar a los que consideran el lied como un género menor y más fácil que la ópera. Yo sólo puedo asegurar que después de un buen recital de lieder en directo, los cantantes están agotados, tal es la concentración que deben tener durante el concierto. En la ópera los otros cantantes, la orquesta y la escena los arropan y están algo más liberados.

Volviendo a nuestro lied, la versión más satisfactoria que he escuchado es la de Hans Hotter en un recital, poco conocido, grabado en 1967 y editado por el sello Preiser. Hotter no está ya en su mejor momento vocal, lleva muchos Wotans en sus espaldas, o mejor dicho, en sus cuerdas vocales. Pero... ¡cómo dice el texto! Da el color adecuado a cada sílaba con una dicción impecable. Cada lied de Strauss de este recital es una lección de canto. Por desgracia, no está disponible en youtube. Si lo está el que le sigue en mi lista. De la grabación, casi integral, de los lieder de Strauss que hicieron en 1967 para el sello Emi, Dietrich Fischer-Dieskau y Gerald Moore, llega esta prodigiosa Die Nacht. Fischer-Dieskau está en perfecta forma vocal y extrae todos los matices posibles del texto. Disfrutemos de esta prodigiosa interpretación.



En música no es bueno quedarse con una sola versión, cada intérprete aporta cosas diferentes. Por eso os traigo una segunda interpretación. Christa Ludwig y Gerald Moore recrean espléndidamente este lied, pero os tengo que confesar que me gusta mucho más cantado por una voz grave, pese a que Strauss lo compusiese para voz aguda. Aún así, a disfrutar de otra Maestra en el arte del lied.




Y para finalizar, un regalo del pasado. El mismo Richard Strauss al piano en 1919 acompaña a Heinrich Schlusnus, uno de los grandes barítonos líricos del periodo de entreguerras. Fue el mejor Wolfram en el Tannhäuser de Wagner hasta que hizo su aparición un tal Dietrich Fischer-Dieskau. Vale la pena hacer el esfuerzo de oírlo pese al molesto soplido de la grabación.  




miércoles, 23 de abril de 2014

Grandes momentos en la ópera (VI): "Un Caballero del Cisne predestinado"

Richard Wagner compuso hermosas páginas para tenor. No contento con ello, inventó un nuevo tipo de cantante, el Heldentenor o Tenor heroico, por ceñirnos sólo a la cuerda tenoril. Pero de todos los papeles wagnerianos para tenor, ha habido uno que ha atraído a tenores de toda nacionalidad, idioma, tipo y condición. Se trata del triste Lohengrin, el Caballero del Cisne, que sólo con los cinco minutos que dura su Narración del Grial, tiene asegurada a su intérprete una gran ovación como la resuelva con un mínimo de decoro. No en vano, Lohengrin fue la obra wagneriana favorita hasta los años cuarenta del pasado siglo, cuando Tristan e Isolda y La walkyria le arrebataron el puesto de honor.

La belleza de la obra es innegable, y la escritura para tenor, mucho más liviana que la del predecesor Tannhäuser y de todo lo que está por venir en la producción wagneriana, ha hecho que tenores líricos, más adecuados para cantar Mozart, que para cantar Wagner se hayan atrevido con el hijo de Parsifal. 

Los años cincuenta y sesenta fueron terreno abonado para este tipo de cantantes que quisieron atreverse con Lohengrin. Retirados ya dos de los más grandes en este papel, Franz Völker y Lauritz Melchior, y con Wolfgang Windgassen, gran Lohengrin, más metido en su Tristan, Siegfried y Tannhäuser, llegó el momento del primer predestinado, el inolvidable Peter Anders.



Peter Anders en "Rigoletto". Opera Estatal de Berlín 1945
Foto: Deutsche Fotothek‎

Peter Anders había nacido en Essen en 1908. Fue miembro de la Ópera Estatal de Berlin durante la Segunda Guerra Mundial. De este periodo tenemos el célebre documento de la Novena Sinfonía de Beethoven de 1942 dirigido satánicamente por Wilhelm Furtwängler. Asimismo realizó una importante grabación de Viaje de invierno de Schubert con Michael Raucheisen en 1945.

Finalizada la guerra, pasó a formar parte de la compañía de la Ópera Estatal de Hamburgo. En 1951 cantó Lohengrin en una producción de la Radio de Colonia dirigida por Richard Kraus. Escuchemos su Relato del Grial con una de las más bellas voces de tenor que se hayan registrado jamás.



Pasados los primeros años de la posguerra, comenzó su carrera internacional, retrasada por el conflicto bélico. Anders llegó a cantar en el Covent Garden de Londres o el Festival de Glyndebourne. Pero el destino iba a ser muy cruel con él. El 5 de septiembre de 1954, en el camino de vuelta a Hamburgo tras una actuación en Plettenberg, el vehículo que el mismo conducía sufrió un grave accidente. Cinco días más tarde Peter Anders fallecía en el Hospital del Puerto de Hamburgo. Tenía cuarenta y seis años y estaba en lo más alto de su carrera. De su Wagner, sólo conservamos completo este solitario Lohengrin. Algunas escenas de Los Maestros cantores de Nuremberg con Hans Hotter, dirigidas por Sir Thomas Beecham y algunas arias en recitales completan su legado wagneriano. Peter Anders pudo haber sido en gran Lohengrin de los cincuenta, pero no pudo llegar a confirmarlo.

Peter Anders no confirmó su Lohengrin, pero Fritz Wunderlich, del que estoy seguro que hubieramos tenido un Caballero del Cisne, al menos en disco; no pudo llegar ni a cantarlo. Falleció en un estúpido accidente cuando le faltaban días para cumplir treinta y seis años. La voz más bella no pudo cantar el papel más bello, ni una sola vez.

Pero unos meses antes del fallecimiento de Wunderlich se había producido el acontecimiento. El 29 de enero de 1966, la Ópera Real de Suecia en Estocolmo había programado Lohengrin con un reparto muy propio de este teatro, con cantantes locales, pero importantes. Aase Nordmo-Lövberg, Barbro Ericson y Bengt Rundgren llegaron a cantar en Bayreuth, Ingvar Wixell fue un importante barítono verdiano, sólo Rolf Jupither que cantó Telramund, resulta un cantante, al menos para mi, totalmente desconocido. Dirigió el experimentado, pero bastante rutinario, Silvio Varviso. La representación debía haber transcurrido sin mayor trascendencia tuvo, sin embargo, algo especial.

Nicolai Ustinov había nacido en Estocolmo el 11 de julio de 1925. Su padre era ruso y su madre sueca. Había estudiado canto en el entorno familiar, y vivió en Leipzig entre 1928 y 1936. El joven cantante hablaba ruso, sueco y alemán y con el tiempo siguió añadiendo idiomas a su labor como cantante, italiano, francés e inglés. Hasta llegó a grabar en español.  Pero, imagino que os preguntaréis quién era este tenor. Como nombre artístico tomó el apellido sueco de su madre. En el mundo de la ópera es célebre como Nicolai Gedda.



Nicolai Gedda en Finlandia (1987). Foto: Nystenl
Gedda, uno de los tenores que más grabaciones ha realizado y que ha cantado Mozart, Mussorgsky, Tchaikovsky, Glinka, Flotow, Verdi, Puccini, Gounod, Massenet, Offenbach, Richard Strauss u opereta; decidió probar con Wagner cuando llegó a los cuarenta años. Sólo por él tuvo interés este Lohengrin de la Ópera de Estocolmo, porque finalizada la representación, decidió no volver a cantarlo nunca más. Consideró que era un personaje muy pesado para sus condiciones vocales y que si lo cantaba en los grandes escenarios, no cesarían de pedírselo y su voz se vería dañada.

Si la forma de cantar el Relato del Grial es por Nicolai Gedda es o no un momentazo que vale la pena recordar, es tema que tenéis que juzgar vosotros.




Pero para no quedarnos con el mal sabor de boca de cantantes que parecían predestinados a cantar Lohengrin y que por diversas circunstancias, algunas trágicas, no cuajaron en el papel, vamos a recordar que el "Trono" de Lohengrin no estuvo vacante mucho tiempo. A finales de los años cincuenta y durante los años sesenta, se hizo dueño del papel una de las voces más hermosas que han servido al Caballero del Cisne. De él tenemos registros completos en vivo, en estudio y hasta algún vídeo. Se trata del tenor húngaro Sandor Konya, pero de él hablaremos en otro momento. Eso si, no os voy a dejar sin que le veáis cantar desde un país lejano, inaccesible a vuestros pasos.

 



martes, 15 de abril de 2014

"Parsifal" el último drama

Septiembre de 1876. Ha finalizado el primer Festival de Bayreuth con el estreno de El anillo del nibelungo de Richard Wagner. Tres ciclos completos desde el 13 al 30 de agosto. Personalidades de la política y de la nobleza han presenciado el acontecimiento, desde el Kaiser Guillermo I de Alemania, al Emperador Dom Pedro de Brasil, Luis II de Baviera acudió de incógnito, haciendo lo posible para no coincidir con el Kaiser. El contingente de músicos encabezados por Franz Liszt, contó entre sus filas con Piotr Tchaikovsky, Anton Bruckner, Camille Saint-Saëns, Nikolai Rubinestein y Edvard Grieg. Faltó Hans von Bülow, por razones obvias. Poetas, pintores, arquitectos, empresarios y amigos como los Wesendonck, presenciaron el estreno global de la obra músico-teatral más ambiciosa de la historia. Casi treinta años de trabajo en su elaboración y la necesidad de construir un teatro a la altura de semejante obra.

Pese a todo lo conseguido Wagner no está satisfecho. Ha habido problemas en la ejecución, pese a la dirección del competente Hans Richter, pero no es eso lo que más le preocupa. Nada más finalizar el Festival, marcha con su familia de viaje a Italia. El 9 de septiembre, en Verona le llega la temida noticia, el déficit del primer Festival de Bayreuth ha ascendido a 148.000 marcos. No habrá Festival en 1877, ni, probablemente, en unos cuantos años más.

"El ocaso de los dioses" esbozo escénico. Josef Hoffmann. Bayreuth 1876


Unos años atrás, en 1864, cuando el Rey Luis II había sido el salvador de un Richard Wagner ahogado por las deudas. Éste en un germánico alarde de planificación había establecido un plan de acción: 1865 Tristán e Isolda y Los maestros cantores de Núremberg, 1866 revisión de Tannhäuser,  1867-68 el ciclo completo de El anillo del Nibelungo, 1869-70 Los vencedores, 1870-71 Parsifal y 1873 sería el año de su muerte feliz. Además en el plan de acción existía el proyecto de construcción de un teatro a orillas del Isar, en la ciudad de Múnich. El proyecto lo iba a desarrollar Gottfried Semper.

Por suerte para Wagner, el plan llevaba retraso y con algunos cambios, se iba cumpliendo. No iba a revisar Tannhäuser, ni a componer el drama budista Los vencedores, pero si Tristán, Maestros y El Anillo con teatro incluido, aunque lejos de Múnich. Pero había una circunstancia que Wagner no sabía en 1864, era su relación y posterior matrimonio con Cosima, hija de Franz Liszt y el nacimiento de sus tres hijos. El pequeño Fidi tenía sólo siete años. Wagner, con 63 años, sabía que no iba a vivir para ver a sus hijos con capacidad de valerse por si mismos y Cosima era mucho más joven que él. Esa era la herencia que iba a dejar a su familia. Un teatro cerrado en una remota ciudad de Baviera.

Pese a estar enfermo y cansado Wagner sabía que la única forma de volver a ver abierto el Festspielhaus era componer una nueva obra que se estrenara en la Colina Verde. El 27 de enero de 1877 Richard comentó con Cosima: “Hay algo que no quiero decirte. Ella: ¡Oh, dilo!. Él: Comienzo Parzival y no lo dejaré hasta que esté concluido. 1 

Richard y Cosima  en 1872 (foto Fritz Luckhardt)


Sabemos que la idea rondaba la cabeza de Wagner desde hacía mucho tiempo, ya en julio de 1845 en Marienbad (actual Marienske Lanzne, en la República Checa) había leído el poema anónimo de Lohengrin y el Parzival de Wolfram von Eschenbach. Sabemos que la leyenda del Caballero del Cisne le atrajo inmediatamente y de ella nació Lohengrin, la hora de Parsifal aún estaba muy lejana.

En su autobiografía Mein Leben (Mi vida), Wagner nos relata que el día de Viernes Santo de 1857 al levantarse vio que hacía un día espléndido y le vino la inspiración para la escena del Encantamiento del Viernes Santo que muchos años más tarde será incluida en el tercer acto de Parsifal.

Aún hay más referencias a Parsifal, pues Wagner llegó a pensar en incluir una visita del héroe en su búsqueda del Grial al moribundo Tristán, ambos caballeros miembros de la Tabla Redonda del Rey Arturo.

La última mención la tenemos en el esbozo en prosa del poema que Wagner regaló a su amigo el  Rey Luis II de Baviera en 1865 y que Wagner se había asignado como tarea pendiente en el plan al que hemos hecho referencia anteriormente.

El comienzo del año 1877 lo pasa Wagner trabajando en el texto, que cambia en marzo a su definitiva grafía Parsifal. El 20 de abril el poema está concluido. Parte de la filosofía y orientalismo del no desarrollado drama budista Los vencedores impregna esta nueva obra. Recordemos, por ejemplo, que en el libreto se dice que Fal parsi significa Loco puro en persa. Esto no es así, como le sacó de su error Judith Gautier, pero como dijo Wagner, no creía que hubiese muchos arabistas entre los asistentes al estreno de la obra.


Wolfram von Eschenbach en el Codex Manesse S. XIV (Heidelberg)


El tema, basado libremente en el texto medieval de Wolfram von Eschenbach nos cuenta la historia del Rey del Grial, Amfortas que ha sido herido por el mago Klingsor con la Sagrada Lanza con la que el legionario Longinos atravesó el costado de Cristo. Amfortas se dirigió al castillo de Klingsor para acabar con él, pues está atrayendo a caballeros del Grial. Amfortas es seducido por Kundry, circunstancia que aprovecha Klingsor para herirle y robarle la lanza. Desde entonces la herida no se cura produciendo terrible sufrimiento cada vez que Amfortas está en presencia del Santo Grial. Una profecía anuncia que sólo sanará por la acción de un “loco puro”. La acción dramática escrita por Wagner se inicia al borde de un lago en Monsalvat, los dominios del Grial, un templo en los Pirineos en la España gótica. Gurnemanz observa como el Rey es conducido al baño para aliviarle los dolores. Llega Kundry con un bálsamo curativo de Arabia para Amfortas. En ese momento un cisne es abatido por una flecha. Los caballeros llevan al tirador ante Gurnemanz, este le recrimina su acción y el joven arrepentido parte en dos su arco. No da ninguna respuesta a las preguntas de Gurnemanz, ni siquiera recuerda su nombre, sólo recuerda el nombre de su madre Herzeleide, pero por Kundry nos enteramos que es el huérfano de Gamuret de Anjou, que murió en batalla y su madre le ha mantenido ignorante de las armas para evitar que corra la misma suerte que su padre. Además informa que su madre ha muerto. Al oír esta noticia el joven reacciona violentamente contra Kundry y es detenido por Gurnemanz. El chico casi se desmaya y Kundry va rápida a por agua para confortarlo. Kundry se esconde entre la maleza para dormir y Gurnemanz, consciente de la profecía, decide llevar al joven ante el Grial. El muchacho pregunta ¿quién es el Grial? Gurnemanz le responde que si él es inocente y puro le será revelado. En el camino hacia el Grial el muchacho apenas puede caminar, a lo que Gurnemanz comenta enigmáticamente, lo ves hijo mío, aquí el tiempo se convierte en espacio. Llegan al templo, se oyen campanas, entran los caballeros. Se escucha la voz de Titurel, padre de Amfortas, que insta a su hijo a celebrar el ritual. Amfortas se niega, cada vez que está en presencia del Grial su herida se abre y sufre terribles dolores. Al final de su lamento se escuchan voces invisibles desde la cúpula del templo que repiten la profecía, sapiente por compasión, el  puro loco. Aguarda a quien yo he elegido. Titurel celebra el rito y los caballeros salen del templo, se retiran Amfortas y Titurel y se guarda el Santo Grial. Ya solos Gurnemanz y el muchacho, el caballero le pregunta por lo que ha visto, el joven sólo acierta a llevarse la mano al pecho. Gurnemanz enfadado, y convencido de que sólo es un necio, le expulsa del templo. Una voz desde las alturas repite la primera parte de la profecía.

El segundo acto nos muestra el castillo del mago Klingsor, en la España árabe. El mago despierta a Kundry para que cumpla su trabajo, seducir al joven que ha sido echado de los dominios del Grial. Pese a que Kundry no quiere es obligada por Klingsor a cumplir su tarea. A lo lejos se ve al joven que se está enfrentando a los caballeros de Klingsor, que son aquellos caballeros del Grial que el mago ha conseguido seducir. El muchacho los vence con facilidad y entra en un jardín fabuloso. Unas muchachas rodean al joven y comienzan sus juegos de seducción, en el momento en que, acosado, el chico escapa de ellas, se escucha la voz de Kundry: ¡Espera Parsifal! El muchacho se queda sorprendido y Kundry le cuenta que es el nombre que le dio su padre al morir en tierra árabe. Le habla de su madre y entonces le da el primer beso de amor. En cuanto Kundry le besa Parsifal se levanta con un gran dolor y grita ¡Amfortas! ¡La herida, la herida! Arde en mi costado. Desde ese momento es consciente de la misión que tiene que cumplir, pero Kundry insiste en sus maniobras seductoras. Parsifal la rechaza. Kundry relata que está maldita por haberse reído del Salvador que iba a ser crucificado en Jerusalén y dice a Parsifal que si es el redentor debe redimirla a ella. Parsifal la rechaza definitivamente. Kundry le maldice y le dice que estará condenado a vagar sin destino y llama a Klingsor. Éste aparece con la Lanza Sagrada que arroja para atravesar a Parsifal, pero esta se queda detenida sobre su cabeza. Parsifal la toma, hace con ella la señal de la cruz y el castillo y los jardines de Klingor desaparecen. Antes de partir Parsifal dice a Kundry que ya sabe donde puede  encontrarle.

El tercer acto nos muestra el claro al borde del lago como en la primera escena. Se oyen unos gemidos y aparece un envejecido Gurnemanz que encuentra a una Kundry que parece muerta. Tras reanimarla, ésta permanece muda, a las preguntas del veterano caballero, finalmente responde con un lacónico servir, servir. En ese momento aparece un caballero vestido con armadura negra, que clava su lanza en el suelo y se pone a rezar junto a ella sin decir palabra. Gurnemanz indignado le  dice que nadie puede ir armado en los dominios del Grial y menos aún en Viernes Santo. El caballero empieza a despojarse de la armadura y Gurnemanz le reconoce, es aquél que un día mató un cisne. Y reconoce también la lanza, dando gracias a Dios por haberle permitido presenciar este día. Parsifal relata que ha vagado largos años sin poder encontrar el camino, defendiendo la lanza de los enemigos. Gurnemanz le relata que la orden está en decadencia. Amfortas se ha negado a mostrar el Grial, causando con ello la muerte de su padre, Titurel. Ese mismo día van a celebrarse las honras fúnebres y Amfortas ha prometido mostrar el Grial. Parsifal bautiza a Kundry a la que libera de su maldición y se queda extasiado ante la belleza de la mañana primaveral. Gurnemanz le explica que es el encantamiento del Viernes Santo y al oír las campanas emprenden el camino hacia el templo. En el templo aparecen dos comitivas de caballeros, unos portan el sarcófago de Titurel, los otros al doliente Amfortas. Éste llora la muerte de su padre. Los caballeros le piden que realice el rito. Amfortas se niega se abre las vestiduras y enseñando la herida pide a los caballeros que le maten para que el Grial pueda brillar para ellos. En ese momento entra Parsifal acompañado por Gurnemanz y Kundry. Parsifal toca el costado de Amfortas con la lanza y éste queda curado. A partir de este momento Parsifal es el nuevo Rey del Grial y ordena descubrirlo, nunca más estará oculto. Kundry muere y desde la cúpula se escuchan voces que cantan: “Supremo milagro de la Gracia ¡Redención al redentor!”.

Finalizado el poema Wagner inicia la composición de la que sabe que va a ser su última obra. La visión de su teatro cerrado, la naturaleza del asunto, su felicidad familiar con Cosima y sus hijos son circunstancias que influirán en la decisión de vincular Parsifal al Festspielhaus. Esta decisión hizo de Parsifal una obra única, pues si fue necesario construir un teatro para representar idealmente El anillo del nibelungo, la nueva obra va a estar escrita para la acústica tan singular de la sala, así junto con la prohibición de representar la obra fuera de su templo, Wagner desea dejar asegurado el futuro de su familia y de su teatro cuando él ya no esté.

Festspielhaus de Bayreuth hacia 1900


Esta felicidad familiar sólo se va a ver empañada por la creciente enemistad que mostrará Friedrich Nietzsche hacia Wagner desde el conocimiento de la composición de esta nueva obra “cristiana” que considera un paso atrás después del imponente Anillo del Nibelungo. Si bien esto es verdad, hay un episodio vergonzante que nos narra Martin Gregor-Dellin y que enfadó, con toda la razón, a Nietzsche y que, sin duda, influyó en la animadversión que tuvo hacia Wagner desde que se pordujera. En 1877 el Dr. Otto Eiser, médico y fundador de la Asociación Wagneriana de Frankfurt, invitó a Nietzsche a su consulta para tratarle de las dolencias que empezaban a aquejar al filósofo. Eiser mantuvo una correspondencia con Wagner, en la que, incumpliendo el secreto profesional, le informaba del diagnóstico y consecuencias de la enfermedad de Nietzsche. Wagner mantuvo durante un tiempo correspondencia con el médico, vertiendo juicios nada adecuados. De alguna forma estas cartas llegaron a conocimiento de Nietzsche. Si bien Wagner mantuvo silencio sobre Nietzsche una vez se produjo el distanciamiento, se apunta al escritor y secretario de Wahnfried,  Hans von Wolzogen como fuente de la filtración.    

En mayo de 1877 Wagner da ocho conciertos en Londres, con la idea de recaudar fondos para Bayreuth. Consigue un éxito artístico y tiene el honor de ser recibido por la Reina Victoria, pero  apenas llevan 700 libras a las exhaustas arcas de Bayreuth. Cosima aporta la herencia de su madre, 40.000 marcos, al proyecto. Wagner cede los decorados del estreno del Anillo al empresario Angelo Neumann que crea una compañía itinerante que va representando la obra por diferentes teatros alemanes. Es tal el desencanto que siente Wagner en esos momentos, por la situación financiera y por el poco apoyo que recibe de las instituciones prusianas, que llega a pensar seriamente en emigrar a Estados Unidos y no regresar jamás a Alemania. Nuevamente el apoyo llega por parte del Rey Luis II de Baviera, tras una carta remitida con Cosima. La deuda del Festival con la Tesorería del Estado se liquidará con un préstamo al cinco por cien de interés y Wagner recibirá un diez por ciento de los ingresos de las representaciones de sus obras en Múnich en concepto de derechos de autor.


Luis II de Baviera a los 20 años (Ferdinand von Piloty)


En estas circunstancias Wagner inicia la composición en septiembre de 1877 Compone la obra morosamente, tres o cuatro compases al día que repasa y pule con mimo. Según Ángel-Fernando Mayo, Wagner espera que las circunstancias para el estreno de la obra sean más propicias y prolonga con esta ilusión su propia vida. La mañana de Navidad de 1878, cumpleaños de Cosima, Siegfried Wagner llama a su madre, está sonando un violín en Villa Wahnfried. Cuando llegan a la gran sala de la casa se encuentran con la Orquesta de la Corte de Meiningen, con la que Richard ha ensayado en secreto. Suena por primera vez el maravilloso preludio del acto I de Parsifal, como regalo de cumpleaños de Wagner a su mujer.

Parsifal, preludio del acto primero. Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera 
dirigida por Eugen Jochum (1957)


El periodo de composición de Parsifal está también ligado a la última aventura amorosa de Wagner. Judith Gautier, a la que conocía desde 1869, y que durante esta época mantuvo una correspondencia marcada de recuerdos sensuales y pedidos de perfumes y sales de París. Algo de la sensualidad de Judith se encuentra en el personaje de Kundry.  En 1878 Cosima se entera de este intercambio epistolar y lleva a partir de entonces la correspondencia con la francesa. Mientras avanza la escritura de la obra, la familia Wagner divide su tiempo entre los veranos en Bayreuth y los inviernos en Italia, buscando un clima mucho más suave que el crudo invierno de Franconia. Es en estos viajes por diferentes ciudades italianas, en los que Wagner irá encontrando inspiración para diferentes escenarios de Parsifal. Así el parque del Palazzo Rufolo en Ravello se convertirá en el jardín encantado de Klingsor y el interior de la Catedral de Siena inspirará el Templo del Grial, plasmados por el pintor ruso Paul von Joukowsky en la escenografía de la primera producción de Parsifal.

Interior del Templo del Grial. Paul von Joukowsky. Bayreuth 1882

El 1 de diciembre de 1880 en una reunión con los miembros del Patronato del Festival de Bayreuth Wagner se comprometió a que en 1882 se volverían a celebrar los festivales con el estreno de Parsifal, obra que aún no estaba compuesta. Todo el año 1881 estuvo dedicado a la composición del drama musical. En mayo de 1881 viaja con Cosima a Berlín, la compañía de Angelo Neumann presenta El anillo del nibelungo en la capital. Las representaciones acabaron con un éxito sin precedentes. Nuevo viaje a Italia en invierno. Finalmente en Palermo el 13 de enero de 1882 Richard Wagner firma la partitura concluida de Parsifal.

Hemos hablado de la trama de Parsifal, y ahora debemos comentar cómo es la música de esta última obra de Wagner. Desde el principio hubo voces que atacaron la obra, con Nietzsche a la cabeza. De hecho y como define muy bien Ángel-Fernando Mayo se pretende restar singularidad a la obra convirtiéndola en una obra de taller con escasa originalidad: “se toma el anhelo de aniquilación del Holandés, se le añade el sufrimiento de Tristán, y se sazona con las especias del Venusberg parisién. Se deja engordar la mezcla durante cuatro o cinco años hasta que forma una pasta espesa, que después es troceada en figuras –los motivos conductores– repartidas aquí y allá según convenga. Por último, se baña en almíbar, bastante dulzón, y se sirve con la marca de origen Festspielhaus3

Martin Gregor Dellin opina, con toda la razón, que cuando la obra se escucha por primera vez, y siempre se escucha por primera vez, da la impresión de que todo se queda en la pura forma, sin una verdadera inspiración. Si la obra se vuelve a escuchar con mayor atención se descubre la novedad en cada compás, la obra gana una singularidad propia, es algo así como un vanguardismo de vejez.

Si es cierto que Wagner, con toda la sabiduría de la edad, recupera experiencias de otras épocas de su vida y las incluye en su última obra, su testamento musical. Ya sabemos que su primer contacto con el Parzival de Wolfram von Eschenbach es de 1845, y que en 1857 se imaginó la escena del encantamiento del Viernes Santo. Pero además ese muchacho criado entre Leipzig y Dresde debió escuchar muchas veces el Amén de Dresde, que utiliza como base del motivo del Grial de Parsifal, como anteriormente había hecho Mendelssohn al utilizarlo en el primer movimiento de su Quinta Sinfonía “De la Reforma”. El propio Wagner había utilizado, modificado, el Amén de Dresde en La prohibición de Amar y en Tannhäuser (En la ópera de juventud aparece en coro de monjas del Salve Regina, en la ópera romántica el tema representa a Roma, cuando el rebelde Tannhäuser nos relata su infructuoso peregrinaje)Wagner, de nuevo, en Dresde siendo ya el Kapellmeister de la Ópera de la Corte compone una curiosa obra coral, en cuyo estreno participa un coro de 1.200 cantantes y una orquesta con 100 músicos. La obra describe el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés. Esta obra titulada Das Liebesmahl der Apostel (El ágape de los Apóstoles) se estrenó en la hermosa Frauenkirche de Dresde el 6 de julio de 1843. Si bien la obra no produjo el entusiasmo esperado en los oyentes, permitió a Wagner “ensayar” el efecto de voces desde la cúpula de las escenas del Grial en Parsifal cuarenta años antes de su composición.


Wagner: Das Liebesmahl der Apostel (La cena de los apóstoles)
Ambrosian Male Voice Chorus. Symphonica of London


En Parsifal no hay un uso tan sistemático al leitmotiv como ocurre en El anillo del nibelungo, aún así, podemos hablar de once de motivos conductores principales, que aparecen casi siempre yuxtapuestos, no como el rico tejido musical con sus variaciones y submotivos que es la característica en el Anillo. Vocalmente sigue la escritura de los dramas musicales, un barítono-bajo muy expresivo que debe expresar un gran sufrimiento para Amfortas, un bajo robusto para Gurnemanz, un tenor para Parsifal, con una escritura menos exigente que Siegfried, Tristán o Tannhäuser, que ha permitido que voces más líricas encarnen al “puro loco”; un bajo o barítono de carácter para el malvado Klingsor, en la línea de Alberich. Queda Kundry, y hay tenemos una auténtica monstruosidad vocal, como la describe Ángel-Fernando Mayo. No tanto por la extensión vocal del personaje, sino por el cambiante carácter que tiene que mostrar a lo largo de la obra, unas veces vieja hechizera, otras mujer seductora con una sensualidad irresistible. Kundry es una evolución de Venus en Tannhäuser y de Ortrud en Lohengrin, pero aquí con muchísima más riqueza psicológica sobre todo en el difícil segundo acto.

Una vez concluida la obra, Wagner regresa a Bayreuth en mayo de 1882 y comienza el trabajo de ponerla en pie. El Rey Luis II puso a disposición de Wagner los conjuntos de la Ópera de la Corte de Múnich y a su director Hermann Levi. A principios de julio Wagner se entera oficialmente de que el Rey no acudirá a presenciar Parsifal. El 8 de ese mes escribe al Rey una carta en la que expresa su tristeza: “No podía alcanzarme un golpe más duro que la noticia de que mi augusto bienhechor ha decidido no asistir a ninguna de de las representaciones del Festival Escénico Sagrado. ¿Quién me animó a este supremo y último vuelo de todas mis fuerzas espirituales? ¿Para quién en permanente atención, llevé todo esto adelante y pude felicitarme por un éxito? La actual certidumbre de un gran éxito va a devenir el más grande fracaso de mi vida: ¿Qué me importa todo esto si no puedo causaros placer con ello?” Y después añadiría aún: “Y... ésta es mi ultima creación. El atroz cansancio que hoy apenas me permite escribiros estas líneas me dice que he llegado al límite de mis fuerzas. De mi ya no puede esperarse nada más...” 4 

De la lectura de estas líneas, se desprende por un lado la tristeza de la ausencia del Rey, cada vez más encerrado en sus propios problemas, y por otro, la definitiva certeza de que Parsifal va a ser su última obra. Los achaques físicos, entre los que se encuentran las, cada vez más frecuentes crisis cardíacas así lo atestiguan.

Llegó el 26 de julio de 1882, el día del estreno de Parsifal, Wagner había pasado mala noche, inquieto. Transcurrió la representación, entre el enfado de Wagner por momentos poco satisfactorios y por la reacción del público. De aquí nació la tradición de no aplaudir tras el primer acto. Durante el mes de agosto se sucedieron las representaciones que tuvieron como testigos a Franz Liszt, Anton Bruckner, que se arrodilló ante Wagner cuando éste le pidió su opinión, Camille Saint-Saëns y Léo Delibes. Hans von Bülow y Johannes Brahms se mantuvieron dubitativos y al final no acudieron a Bayreuth.

Hermann Levi (1839-1900)


Tras la quinta representación el bajo Emil Scaria, que interpretaba en papel de Gurnemanz, encontró a Wagner en una pequeña cámara tras el escenario, acababa de sufrir uno de sus ataques, estaba casi inconsciente. Cuando se recuperó dijo “esta vez aún me he salvado” y rogó a Scaria que no hablase del tema.

El 29 de agosto, día de la última representación, Wagner acudió tarde al Festspielhaus después del primer acto. Durante el tercer acto Wagner, inadvertido del público, bajó hasta el foso orquestal y tomó la batuta de manos de Hermann Levi y dirigió la obra desde la música de la transformación hasta el final. Al finalizar la obra y enterarse el público que el compositor había estado dirigiendo, el teatro estalló en una grandísima ovación. Pese a la insistencia del público Wagner no salió a saludar, permaneció en el foso haciendo chistes malos con los músicos. Al final Wagner comenzó a hablar, Levi pidió silencio, según cuenta el director sus palabras fueron de una efusión tal que hicieron llorar a todos.



Final del acto tercero de Parsifal. La escena que Wagner dirigió el 29 de agosto de 1882.
Dietrich Fischer-Dieskau (Amfortas), René Kollo (Parsifal), Coro de la Ópera de Viena,  
Niños Cantores de Viena y Orquesta Filarmónica de Vienadirección, Sir Georg Solti (1972)


Finalizadas las representaciones, los resultados económicos arrojaban unos resultados positivos de más de 143.000 marcos. En 1883 podría haber una nueva edición del Festival de Bayreuth. Todos se despidieron hasta el próximo año. 

A mediados de septiembre la familia Wagner inició de nuevo su viaje invernal a Italia. El destino fue Venecia, el Palazzo Vendramin, en el Gran Canal.

Palazzo Vendramin hacia 1870 (Fotografía de Carlo Naya)


Pasó el otoño entre visitas de amigos y alguna disputa con su suegro, Franz Liszt, que también estaba presente. Los dos viejos compositores conversaron esos días sobre la posibilidad de un nuevo lenguaje para la composición de sinfonías.

La juvenil Sinfonía en do mayor de Wagner, cuya partitura manuscrita había sido extraviada por Mendelsshon hacía casi cincuenta años, fue encontrada en Dresde, ordenada por Anton Seidl y remitida a su compositor. El día 24 de diciembre, víspera del cuadragésimo quinto cumpleaños de Cosima, Wagner dirigió su obra de juventud en el Teatro la Fenice, iba a ser el último regalo de cumpleaños que Richard hiciese a su mujer.

Poco a poco los amigos que habían llegado por la Navidad se fueron marchando. Liszt se despidió de Wagner el 13 de enero. Hermann Levi se marchó el 12 de febrero. Esa noche Wagner se sentó al piano y tocó el lamento de las hijas del Rin de El oro del Rin. Paul von Joukowsky aprovechó para hacer un esbozo de un retrato del compositor. 


Wagner dibujado por Joukowsky la noche del 12 de febrero de 1883


El día 13 de febrero Wagner se levantó tarde. Durante el desayuno tuvo una fuerte discusión con Cosima relacionada con la visita de Carrie Pringle, una de las muchachas-flor de Parsifal. Después se quedó escribiendo en su gabinete. Cuando Siegfried volvió de su paseo matutino encontró a su madre llorosa tocando al piano el lied  Lob der Tränen (Elogio de las lágrimas) de Franz Schubert. El compositor avisó de que no le esperaran para comer. Betty, la doncella, oyó gemidos en el gabinete, entró en la habitación y  encontró a Wagner sufriendo de un ataque cardíaco. Aún llegó a decirle “¡mi mujer... y el médico!”. Cosima acudió inmediatamente, Richard estaba prácticamente muerto. A las tres de la tarde el doctor sólo pudo certificar el fallecimiento de Richard Wagner. Cosima permaneció veinticuatro horas abrazada al cuerpo de Wagner. Tres días más tarde la lúgubre góndola trasladaba el cuerpo de Wagner hasta la estación de tren. El 17 de febrero el cortejo fúnebre atravesó Múnich entre filas de antorchas que se inclinaban a su paso. El 18 de febrero Wagner era enterrado en la tumba preparada en el jardín de Villa Wahnfried en Bayreuth. Había comenzado la inmortalidad.



Tumba de Cosima y Richard Wagner. Wahnfried. Bayreuth




Notas:


GREGOR-DELLIN, MARTIN: Richard Wagner, su vida, su obra, su siglo. Alianza. Madrid. 1983. Página 600

2  Sobre el suceso relatado se puede obtener más información en GREGOR-DELLIN, MARTIN: Op. Cit. Páginas 607-  
    616

3  MAYO, ÁNGEL-FERNANDO: Wagner. Discografía recomendada. Obra completa comentada (2ª Edición). 
   Península.  Barcelona. 2002. Página. 337

GREGOR-DELLIN, MARTIN: Op. Cit. Página 665


Bibliografía:


GIROUD, FRANÇOISE: Cosima Wagner. Plaza & Janés, Barcelona, 2002.

GRAY, HOWARD: Wagner. Robinbook. Barcelona. 2002.

GREGOR-DELLIN, MARTIN: Richard Wagner, su vida, su obra, su siglo. Alianza. Madrid. 1983.

MAYO, ÁNGEL-FERNANDO: Wagner. Discografía recomendada. Obra completa comentada (2ª Edición). Península. Barcelona. 2002.

WAGNER, RICHARD: Mi vida. Turner. Madrid. 1989.

WAGNER, RICHARD: Alle Opern-Texte. Aarachne Verlag, Wien. 2000.







martes, 8 de abril de 2014

El adiós de Sieglinde en "La walkyria" de Wagner

La walkyria de Richard Wagner es una de las obras favoritas del público. De hecho, ha habido veces que ha se ha representado como obra independiente del ciclo de El anillo del nibelungo al que pertenece. Las razones de este aprecio del público son evidentes, es una de las partituras más bellas escritas por Wagner. Después de las intrigas entre dioses, enanos, gigantes y demás criaturas míticas de El oro del Rin, La walkyria representa la aparición en escena del ser humano, con todas las humanas pasiones. Desde los primeros compases del preludio con la carrera de Siegmund y la tormenta hasta la música del fuego mágico que cierra el tercer acto, vamos a ser testigos del amor, esperanza, miedo, odio, valentía, desesperación, resignación, tristeza y de todo aquello que es humano.

Elegir un solo momento de La walkyria es casi imposible. ¿Cuál eliges? ¿El dúo que cierra el primer acto? ¿La entrada de Brünnhilde en el segundo? ¿El monólogo de Wotan? ¿El anuncio de la muerte? ¿La despedida de Wotan? Por no hablar del pasaje que conoce todo el mundo, la famosa cabalgata de las walkyrias.

La escena que he escogido es otra, tan bella como el resto de la obra, pero que guarda un significado muy importante. Aquí aparecen por primera vez los dos motivos que cerrarán la grandiosa Tetralogía. Aquí Wagner nos está anticipando el futuro y empezamos a intuir que, no va a ser muy halagüeño.

Pero recordemos que ha ocurrido hasta aquí. Siegmund ha llegado a casa de Hunding y se ha refugiado en ella de sus perseguidores. Sieglinde, mujer de Hunding le da de beber y pide a Siegmund que espere a su marido. Cuando llega Hunding, Siegmund cuenta su historia, plagada de sinsabores, tanto que se hace llamar Wehwalt, algo así como mensajero de la desgracia. Al final Hunding reconoce en el welsungo a su enemigo. En su huida de las hordas de Hunding, Siegmund ha ido a parar a su casa. Las leyes de la hospitalidad protegen al desarmado Siegmund esa noche, a la mañana siguiente debe aprestarse al combate. Siegmund intenta dormir, pero recuerda a su padre Wälse, que le prometió un arma cuando más la necesitase. Entra Sieglinde, que ha dormido a Hunding con un somnífero. Sieglinde cuenta su historia. Fue raptada y obligada a casarse con Hunding al que no ama. El día de la boda llegó un viejo caminante que se tapaba un ojo con el ala de su sombrero. Fulminó a todos con su mirada, excepto a Sieglinde a la que sonrió. Sacó una espada de sus ropajes y la hundió en un fresno hasta la empuñadura. Cuando el misterioso caminante se marchó, los hombres intentaron extraer la espada, nadie lo consiguió. Sieglinde estalla de alegría, sueña con que ese desconocido sea el elegido. Los jóvenes se reconocen su amor. Al final, Siegmund dice que su padre se llamaba Wälse y en ese momento Sieglinde le reconoce como su hermano. Ya no va a ser más Wehwalt, su nombre es Siegmund (Mensajero de la victoria). Siegmund se acerca al fresno y sin ningún esfuerzo extrae la espada, a la que bautiza como Nothung (Hija de la necesidad). La pasión se desborda y cae el telón.



Final del acto I en la escenografía del estreno en Bayreuth 1876


El segundo acto se inicia en las montañas en las que Wotan observa el mundo. Un poderoso preludio acaba con el tema de la walkyria. Wotan saluda a su hija Brünnhilde y le pide que se prepare para el combate, Siegmund debe vencer a Hunding. Contenta entra la walkyria pero le dice a su padre, con cierto humor, que se apreste él a la batalla pues se acerca Fricka, su mujer, muy enfadada. La vieja tormenta, la antigua molestia, susurra Wotan. ¿Se acordaría Wagner aquí de sus eternas peleas con Minna? Fricka reprocha a Wotan que apoye a Siegmund, que ha seducido y raptado a la mujer de Hunding y además cometiendo un grave pecado, pues Siegmund y Sieglinde son hermanos. Finalmente Fricka acaba convenciendo a Wotan, Siegmund debe morir en el combate. Entra Brünnhilde y Wotan revoca la orden de dar la victoria a Siegmund. Brünnhilde no entiende nada y Wotan en un monólogo, nos cuenta cosas que ya sabemos desde El oro del Rin, pero con matices que no conocíamos hasta este momento. Wotan necesita un héroe libre que mate a Fafner, convertido en dragón, y devuelva el oro a las Hijas del Rin, de lo contrario se acerca el ocaso de los dioses. Por su parte Alberich ha engendrado un hijo con una mujer humana al que está preparando para recuperar el anillo. Fricka ha truncado este plan. Desde este momento intuimos que la evolución del drama va a devenir en tragedia. Brünnhilde insiste en dar vencedor a Siegmund, Wotan, irritado, le ordena que cumpla sus órdenes. Aparecen Siegmund y Sieglinde que se han fugado de la casa de Hunding. Paran a descansar y Sieglinde se duerme entre pesadillas. Aparece Brünnhilde y se dirige a Siegmund. Las walkyrias se aparecen a los guerreros que van a morir en combate, para llevarlos después al Walhall. Siegmund no se opone hasta que se entera de que Sieglinde no le seguirá hasta el Walhall. Además no teme a Hunding y aún menos desde que ha obtenido la espada Nothung. La walkyria le explica que quién forjó la espada le ha retirado todo el poder. Le cuenta que va a ser padre y le dice que le confíe a su mujer y a su hijo, nada les ocurrirá bajo su protección. Siegmund desesperado dice ya que la espada no sirve contra el enemigo, que sirva para el amigo dispuesto matar con ella a Sieglinde antes de que tenga que volver con Hunding. La walkyria detiene su mano, conmovida decide desobedecer a Wotan y cambiar el resultado del combate. Se despide de un alegre Siegmund, le verá en el combate. Se oye a Hunding que se acerca con sus perros, Siegmund va a su encuentro. Sieglinde se despierta entre pesadillas. Comienza la pelea, aparece Brünnhilde y dice a Siegmund que golpee a Hunding, pero se interpone la lanza de Wotan, que ha aparecido de repente. La espada se rompe y Hunding abate a Siegmund. Brünnhilde recoge los trozos de la espada y dirigiéndose a Siegliende la sube en su caballo y salen rápidamente al galope. Wotan mira con pena a Siegmund. Después se dirige a Hunding al que mata con una mirada de desprecio. Ahora va a por Brünnhilde, va a castigar a la hija que ha osado desobedecerle.


Muerte de Siegmund. Bayreuth 1876

Comienza el tercer acto con la célebre Cabalgata. Las walkyrias van llegando con sus alados caballos a la roca en la que se reúnen para llevar a los héroes muertos en combate al Walhall. Ya han llegado ocho, entre risas y bromas. Esperan a Brünnhilde, la preferida de Wotan. Pero cuando llega se acaban las risas. No viene con el welsungo, trae a una mujer en la grupa de su caballo. Al descabalgar cuenta lo sucedido. Las walkyrias están horrorizadas, Brünnhilde ha desobedecido a Wotan. En vano implora Brünnhilde protección para Sieglinde, ninguna de sus hermanas se enfrentará a la cólera del padre de las batallas. Y aquí comienza la escena que quiero comentar. Podemos leerla completa gracias a la traducción de www.kareol.es



Cablagata de las walkyrias (Arthur Rackham, 1910)



SIEGLINDE
(die bisher finster und kalt vor sich
hingestarrt, fährt, als Brünnhilde
sie lebhaft - wie zum Schutze -
umfaßt, mit einer abwehrenden
Gebärde auf)
Nicht sehre dich Sorge um mich:
einzig taugt mir der Tod!
Wer hieß dich Maid,
dem Harst mich entführen?
Im Sturm dort hätt' ich
den Streich empfahn
von derselben Waffe,
der Siegmund fiel:
das Ende fand ich
vereint mit ihm!
Fern von Siegmund -
Siegmund, von dir! -
O deckte mich Tod,
daß ich's denke!
Soll um die Flucht
dir, Maid, ich nicht fluchen,
so erhöre heilig mein Flehen:
stoße dein Schwert mir ins Herz!

BRÜNNHILDE
Lebe, o Weib,
um der Liebe willen!
Rette das Pfand,
das von ihm du empfingst:
ein Wälsung wächst dir im Schoß!

SIEGLINDE
(sogleich strahlt aber ihr Gesicht
in erhabener Freude auf)
Rette mich, Kühne!
Rette mein Kind!
Schirmt mich, ihr Mädchen,
mit mächtigstem Schutz!

WALTRAUTE
(auf der Warte)
Der Sturm kommt heran.

ORTLINDE
(ebenso)
Flieh', wer ihn fürchtet!

DIE SECHS ANDEREN
WALKÜREN
Fort mit dem Weibe,
droht ihm Gefahr:
der Walküren keine
wag' ihren Schutz!

SIEGLINDE
Rette mich, Maid!
Rette die Mutter!

BRÜNNHILDE
So fliehe denn eilig -
und fliehe allein!
Ich bleibe zurück,
biete mich Wotans Rache:
an mir zögr' ich
den Zürnenden hier,
während du seinem Rasen entrinnst.

SIEGLINDE
Wohin soll ich mich wenden?

BRÜNNHILDE
Wer von euch Schwestern
schweifte nach Osten?

SIEGRUNE UND ROßWEIßE
Nach Osten weithin
dehnt sich ein Wald:
der Niblungen Hort
entführte Fafner dorthin.

SCHWERTLEITE,HELMWIGE
Wurmes Gestalt
schuf sich der Wilde:
in einer Höhle
hütet er Alberichs Reif!

GRIMGERDE
Nicht geheu'r ist's dort
für ein hilflos' Weib.

BRÜNNHILDE
Und doch vor Wotans Wut
schützt sie sicher der Wald:
ihn scheut der Mächt'ge
und meidet den Ort.

WALTRAUTE
(auf der Warte)
Furchtbar fährt
dort Wotan zum Fels.

SECHS WALKÜREN
Brünnhilde, hör'
seines Nahens Gebraus!

BRÜNNHILDE
Fort denn eile,
nach Osten gewandt!
Mutigen Trotzes
ertrag' alle Müh'n, -
Hunger und Durst,
Dorn und Gestein;
lache, ob Not,
ob Leiden dich nagt!
Denn eines wiss'
und wahr' es immer:
den hehrsten Helden der Welt
hegst du, o Weib,
im schirmenden Schoß!

(sie zieht die Stücken von
Siegmunds Schwert unter ihrem
Panzer hervor und überreicht sie
Sieglinde)

Verwahr' ihm die starken
Schwertesstücken;
seines Vaters Walstatt
entführt' ich sie glücklich:
der neu gefügt
das Schwert einst schwingt,
den Namen nehm' er von mir -
"Siegfried" erfreu' sich des Siegs!

SIEGLINDE
O hehrstes Wunder!
Herrlichste Maid!
Dir Treuen dank' ich
heiligen Trost!
Für ihn, den wir liebten,
rett' ich das Liebste:
meines Dankes Lohn
lache dir einst!
Lebe wohl!
Dich segnet Sieglindes Weh'!

(sie eilt rechts im Vordergrunde von
dannen. Die Felshöhe ist von
schwarzen Gewitterwolken
umlagert; furchtbarer Sturm braust
aus dem Hintergrunde daher,
wachsender Feuerschein rechts
daselbst)
SIEGLINDE
(que hasta ahora ha permanecido
sombría y fría, con la mirada fija
delante de sí, se sobresalta con un
gesto de rechazo cuando Brunilda
la abraza como para protegerla)
No sufras por mí:
sólo me conviene la muerte.
¿Quién te ordenó, virgen,
sustraerme al combate?
Allí, en la liza,
hubiera recibido el golpe
de la misma arma
que abatió a Siegmund:
¡el fin hubiera encontrado
junto a él!
¡Lejos de Siegmund, de Siegmund,
estoy ahora!
¡Estaríamos unidos por la muerte!
Si no debo maldecirte,
virgen, por haberme salvado,
oye, entonces,
mi súplica:
¡clávame tu espada en el corazón!

BRUNILDA
¡Vive, oh mujer,
por el bien de tu amor!
Salva la prenda
que recibiste de él:
¡un welsungo crece en tu seno!

SIEGLINDE
(de inmediato su rostro resplandece
de alegría)
¡Sálvame, osada!
¡Salva a mi hijo!
¡Concededme, vírgenes,
vuestra poderosa protección!

WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Ya llega la tormenta!

ORTLINDE
(igual)
¡Huya quien la tema!

LAS OTRAS SEIS
WALKYRIAS
¡Llévate a la mujer,
si la amenaza un peligro!
¡Ninguna de las walkyrias
osará protegerla!

SIEGLINDE
¡Sálvame, virgen!
¡Salva a la madre!

BRUNILDA
¡Así pues, huye deprisa,
y huye sola!
Yo me quedo,
me ofreceré a la venganza de Wotan:
retendré aquí junto a mí
al airado,
mientras tú escapas a su rabia.

SIEGLINDE
¿A dónde debo dirigirme?

BRUNILDA
¿Cuál de vosotras, hermanas,
conoce el este?

SIEGRUNE, ROSSWEISSE
Hacia el este, a lo lejos,
se extiende un bosque:
el tesoro de los nibelungos
se llevó hasta allí Fafner.

SCHWERTLEITE, HELMWIGE
Figura de reptil
adoptó el salvaje;
¡en una cueva guarda
el anillo de Alberich!

GRIMGERDE
No es aquél lugar seguro
para una mujer indefensa.

BRUNILDA
Pero seguramente el bosque
la protegerá
el poderoso le teme,
y evita el lugar.

WALTRAUTE
(desde la atalaya)
¡Airado se acerca Wotan
hacia la roca!

LAS SEIS WALKYRIAS
¡Brunilda, escucha el fragor
de su llegada!

BRUNILDA
¡Vete lejos,
rumbo al este!
Con valiente obstinación
soporta todas las fatigas,
hambre y sed, zarzas y piedras;
¡ríe si la necesidad,
si el sufrimiento te maltrata!
Debes saber una cosa
y defenderla siempre:
¡al más sublime
héroe del mundo
cobijas tú, oh mujer,
en el seno protector!

(Extrae los pedazos de la espada
de Siegmund de debajo de su
coraza y se los alarga a
Sieglinde)

Guárdale bien
los fuertes pedazos de la espada.
Del campo de batalla, de su padre
los sustraje felizmente.
El que, de nuevo forjada,
blandirá un día la espada,
reciba de mí su nombre:
¡"Sigfrido", la alegre victoria!

SIEGLINDE
¡Virgen magnífica!
¡A ti, fiel,
debo sagrado consuelo!
Por él,
por el que nosotras amábamos,
salvaré yo lo más amado:
¡sonríate algún día
la recompensa de mi gratitud!
¡Adiós!
¡Te bendice el dolor de Sieglinde!

(corre fuera, por el proscenio a la
derecha. La montaña rocosa está
rodeada por negros nubarrones
tormentosos; terrible tempestad
ruge desde el foro; creciente
resplandor ígneo a la derecha,
también desde el foro)


Escuchemos la escena en las voces de Gré Brouwenstijn como Sieglinde y Birgit Nilsson como Brünnhilde, en la grabación del sello Decca con la Orquesta Sinfónica de Londres, dirigida por Erich Leinsdorf (1961), con Judith Pierce (Helmwige), Marie Collier (Gerhilde), Julia Malyon (Ortlinde), Margaret Elkins (Waltraute), Noreen Berry (Siegrune), Maureen Guy (Grimgerde), Joan Edwards (Schwertleite) y Josephine Veasey (Roßweiße).



La escena se inicia con Sieglinde reprochando a Brünnhilde que la haya salvado. Su estado de ánimo cambia al enterarse de que está embarazada de Siegmund. Pese a la petición de ayuda, las walkyrias atemorizadas ante la posible reacción de Wotan se niegan a auxiliar a Sieglinde. Sieglinde implora a Brünnhilde: ¡Sálvame, virgen!¡Salva a la madre! (2:04). Muchas sopranos cantan casi en parlato la palabra Mutter (Madre), para aumentar el dramatismo del momento. Brünnhilde no se lo piensa. Se va a sacrificar por Sieglinde y por su hijo aún no nacido. Será el primer sacrificio de la walkyria, que se ha vuelto humana en el momento en que decide ayudar a Siegmund y hacer lo que cree correcto; pero no será su último sacrificio. Brünnhilde va a esperar a Wotan para que descargue sobre ella la ira y Sieglinde tenga tiempo de escapar. La manda hacia el este, donde el dragón Fafner custodia el tesoro de los nibelungos, es una región que Wotan evita. Cuando Grimgerde avisa que no es lugar para una mujer indefensa, en el metal de la orquesta suena el tema del dragón, como ya sonó en El oro del Rin cuando Alberich se convierte en dragón gracias al Tarnhelm (yelmo mágico) y volverá a sonar en la siguiente jornada (2:56). Brünnhilde se despide de Sieglinde, huye ahora y huye deprisa, empieza a cantar. Cuando dice a Sieglinde que debe saber que lleva en el seno al héroe más sublime del mundo en la orquesta aparece un motivo nuevo, que no había sonado hasta este momento. Es el tema de Siegfried (3:41). Brünnhilde dice a Sieglinde como debe llamar a su hijo, su nombre será Siegfried (Paz victoriosa). En ese momento se produce una transición orquestal a otro motivo, que también aparece por primera vez. Acompañando a las palabras de agradecimiento de Sieglinde suena en la orquesta el bellísimo motivo de la redención (4:32). 

Con la sucesión de estos dos motivos, en este mismo orden, acabará la última jornada del Anillo, El ocaso de los dioses. Casi veinte años tendrán que pasar desde la composición de La walkyria hasta la de El ocaso de los dioses, sin embargo, Wagner utiliza los temas como si lo hubiera compuesto todo de una vez, tal es la coherencia y el genio que demuestra en la utilización del leitmotiv.

Quizá esta bellísima escena que acabamos de escuchar no sea la más conocida de una obra plagada de mágicos momentos, pero es un instante crucial en el desarrollo del drama, en el que aparecen dos de los motivos que serán más importantes en lo que resta de Tetralogía y creo que valía la pena destacarlo.

Aunque imagino que todos sabéis cómo concluye La walkyria, no voy a dejar sin explicar el final ya que he contado el resto. Llega Wotan. Las walkyrias esconden a Brünnhlide, e intentan aplacar al furioso dios. Al final, Brünnhilde se muestra ante su padre, que despacha al resto de hermanas so pena de compartir el castigo de Brünnhilde si se quedan. La walkyria intenta razonar con su padre, pero el padre de las batallas se muestra inflexible. Va a despojar a Brünnhilde de su divinidad, la dormirá, y deberá seguir y obedecer como esposa al hombre que la despierte, aunque sea el más indigno y cobarde de los humanos. Brünnhilde hace un último esfuerzo, acepta el castigo de perder la divinidad, pero no puede degradarla de ese modo, Wotan debe protejer su sueño de modo que sólo el más valiente de los héroes pueda despertarla. Al final el dios, conmovido, accede y en una apasionada despedida a su hija preferida, rodea la roca con un fuego que no deberá traspasar quien tema la punta de su lanza. Palabras dichas mientras en la orquesta suena el motivo de Siegfried.



Despedida de Wotan (Emilie Kip Baker 1914) 

Y para terminar la entrada, un regalito. Bueno, el regalo se lo hizo Richard Wagner a su mujer Cosima en 1873. Se trata de una pieza para solista y coro de niños con acompañamiento instrumental. Es muy poco conocida, se titula El catecismo de los niños y la interpreta Sir Georg Solti con la Orquesta Filarmónica de Viena y los Niños Cantores de Viena. Imagino que os preguntareis qué tiene eso que ver con el tema de la entrada. Bueno esperad al minuto 1:41